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JULIO FLÓREZ
1867 - 1923
Memoria y Homenaje
de NTC ...
en el
de su coronación y muerte
Enero 14 y Febrero 7 de 1923
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Complementaciones al NTC ... blog sobre Julio Flórez,
.
A propósito de: Julio Flórez, a 90 años de su coronación y muerte (1923).
Aniversario en el año 2013
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Julio Flórez
1867-1923
Julio Flórez
(Chiquinquirá, 1867-1923) fue hijo de uno de los presidentes del Estado
Soberano de Boyacá y aún cuando estudió algunos años de primaria en su pueblo,
a mediados de 1881 la familia se trasladó a Bogotá porque su padre había sido
elegido Diputado en la Cámara de Representantes. Ingresó al Colegio Mayor de
Nuestra Señora del Rosario, pero por causa de las guerras civiles tuvo que
interrumpir sus estudios y desde entonces de vinculó a la vida bohemia que
llevaban los intelectuales disidentes. Flórez no hizo estudios de lenguas, ni conoció el
latín y el griego y menos leyó en los clásicos de esas culturas. Para 1886
varios de sus poemas habían sido incluidos en una antología de José María Rivas
Grott: La lira nueva, pero ya hacía
varios años que el vate había abandonado la casa familiar y se había ido a
vivir con su hermano Leónidas, que tenía, según se ha afirmado, una excelente
biblioteca donde Flórez habría recibido alguna ilustración. En 1883 Leónidas
fue herido de bala durante una manifestación partidista y moriría años después
por causa de ello. Un año después, el 4 de Junio de 1884, su amigo, el poeta
negro Candelario Obeso se quitaría la vida al sentirse marginada e
incomprendido, y fue Flórez, quien con encendidos versos le dio sepultura. Tras
la muerte de su hermano, viviría en exclusivo de su poesía y la música,
sufriendo, como todos los del gremio, soledad y hambres, apenas atenuadas por
sus numerosas aventuras amorosas. Se dice que antes de finalizar el siglo XIX
Flórez había logrado cierta estabilidad emocional y económica y que su
presencia era bienvenida en variados círculos de la capital de Colombia. Era
amado, envidiado y odiado. Poeta liberal, Flórez defendió con su pluma las
ideas del partido y a sus líderes y por ello fue perseguido y encarcelado. Las
mujeres lo adoraban y los poetas jóvenes venían de diversas partes del país a
verle, con su lánguida figura de bohemio enfundada en un negro gabán y su
pálido rostro para oírle cantar acompañado de la guitarra, el violín o el piano,
en cantinas como la de Pacho Angarita o La Botella de Oro y La Gran Vía. Por
algo era el autor de Mis flores negras y del poema nacional Boda negra, que en serventesios
endecasílabos retrata la visita que hace un enamorado a la tumba de su amada
por boca del enterrador del cementerio.
Oye
la historia que contóme un día
el
viejo enterrador de la comarca:
era
un amante a quien por suerte impía
su
dulce bien le arrebató la parca.
Todas las noches iba al cementerio
a
visitar la tumba de la hermosa;
la
gente murmuraba con misterio:
es
un muerto escapado de la fosa.
En una horrenda noche hizo pedazos
el
mármol de la tumba abandonada,
cavó
la tierra... y se llevó en los brazos
el
rígido esqueleto de la amada.
Y allá en la oscura habitación sombría,
de
un cirio fúnebre a la llama incierta,
dejó
a su lado la osamenta fría
y
celebró sus bodas con la muerta.
Ató con cintas los desnudos huesos,
el
yerto cráneo coronó de flores,
la
horrible boca le cubrió de besos
y
le contó sonriendo sus amores.
Llevó a la novia al tálamo mullido,
se
acostó junto a ella enamorado,
y
para siempre se quedó dormido
al
esqueleto rígido abrazado.
(Ver NTC ... nota, al final, sobre la autoría de este poema)
Bajo la dictadura de Rafael
Reyes lograron alejarle del país, enviándole a Europa con un cargo diplomático.
Cuatro años tardó en llegar a España. Primero estuvo en Caracas, donde publicó Cardos y Lirios (1905); luego en Cuba y
México, donde dicen que el dictador Porfirio Díaz le invitaba con frecuencia a
su despacho. En mil novecientos ocho llegó, por fin, a Madrid, donde departió y
conoció a Emilia Pardo Bazán, Francisco Villaespesa, Rubén Darío, José Santos
Chocano, José María Vargas Vila y Amado Nervo.
En mil novecientos
diez volvió Flórez a Colombia, atacado de «dispepsia nerviosa y hepática», es
decir, paranoico y alcoholizado. Como traía algún dinero, ganado en sus
múltiples recitales, tras las aguas medicinales, sulfurosas y ferruginosas de
Usiacurí, un municipio cercano a Barranquilla, contrajo matrimonio con una
colegiala de catorce años, Petrona Moreno Nieto, compró más de cien vacas
lecheras, varias casas, y puso una venta de lácteos en Barranquilla, donde iba
cada año a recitar en los Teatros Municipal y Cisneros, acompañado de sus cinco
hijos: Cielo, León, Divina Alegría, Lira y Hugo. Trece años vivió allí el
vate. Según ha relatado Gloria Serpa, su más conocida biógrafa, una rara enfermedad
deformó su rostro y le afectó el cerebro y el habla, situación que aprovechó la
jerarquía eclesiástica y política para “reeducar” al reacio poeta, quien ante
la posibilidad de que sus hijos fueran desheredados por haber nacido fuera del
matrimonio católico que consagraba el Concordato de 1887, aceptó confesarse,
comulgar, contraer matrimonio y bautizar los críos. Ante tales muestras de
arrepentimiento, la sociedad colombiana, en la misma cabeza del presidente
ultraconservador General Pedro Nel Ospina, decidieron coronarle poeta nacional,
actos que se llevaron a cabo en Usiacurí a donde llegaron el 14 de Enero de
1923, un mes antes de su muerte, las más altas y encumbradas personalidades del
gobierno y la cultura en casi dos centenares de automóviles y tras ellos
multitudes de campesinos, trabajadores y estudiantes.
La popularidad de la
poesía de Flórez solo vino a menguar bajo el primer gobierno de Alfonso López
Pumarejo, cuyas élites encontraban vergonzosa una poesía herética y mórbida,
que celebra y lamenta la tristeza, la muerte, las amadas idas, desagradecidas y
embusteras y rinde perpetuo homenaje a la madre.
¡Oh,
poetas!, es un buen punto de partida para leer la obra
de Flórez. Los poetas, según el texto, son unos seres cansados de la vida,
pálidos, tristes, ceñudos, cobardes, que van por el mundo sin rumbo, atrapados
por las dudas, padeciendo dolor pues no existe la virtud sino el llanto, la
miseria, el deshonor y el crimen. Ante tal situación, Flórez reclama:
Dejemos
las endechas
empalagosas,
vanas y sutiles:
no
más flores, ni pájaros ni estrellas…
es
necesario que la estrofa grite.
Nuestra
misión es santa:
no
malgastemos en estrofas tímidas
la
sacra inspiración que en nuestras frentes
arde
con lampos de gloriosos fines.
Poeta es quien se
solidariza con el pueblo, y el poema debe colaborar en la destrucción del mal;
dar aliento y virtud, y castigar el crimen. El poeta debe elevar su voz a fin
de derrocar las tiranías; destruir los jueces venales y abolir la pena de
muerte:
Hagamos
—implacables y orgullosos—
si
queremos ser grandes y ser libres,
un
ramal con las cuerdas de la lira
para
azotar con él a los serviles.
Que
a nuestra voz desciendan
de
lo alto, los míseros reptiles:
todos,
todos los déspotas del mundo,
todos,
todos los Judas y Caínes.
..........................................
Hondo
desprecio y pena
para
los jueces que la ley infringen;
para
el cadalso, horripilante pulpo
que
hace de sangre y llanto sus festines.
Si hubo en la mente de
Flórez una «estética», tiene que estar en este poema: combatir y no contemplar,
poesía militante, declamada y cantada en las fondas y cantinas de un país que
agonizaba bajo el fuego de los fusiles enviados por Valencia desde Europa. El
poeta de La Gruta Simbólica se solidarizaba, desde su romanticismo, con las
angustias de sus paisanos mientras modernos, parnasianos o simbolistas, se
acogían, a la torre de marfil.
Los poemas de Flórez
que superaron la melancolía de su tiempo fueron publicados, quizá escritos
también, en los primeros años de este siglo, posiblemente en España y los
países que visitó en sus viajes de ida y regreso a Colombia. Esa época ofrece
textos filosóficos, donde piensa más que lamenta. Epígono del romanticismo,
Flórez padece el conflicto entre su personalidad y el mundo que presencia. El
yo liberal quiere un mundo sin trabas ni preceptos. La realidad es ruina y mezquindad. El choque
entre el mundo soñado y el real termina por recluir al poeta, por aislarlo de
los otros. La respuesta será blasfemia, impureza, sentimentalismo y lloro.
Sus desplantes y la
bohemia finisecular, eran respuesta al difícil clima social que vivía el país
después del triunfo de la Regeneración y que concluiría con la dictadura de
Reyes. En esos últimos años del siglo, Flórez alcanzó la popularidad que
todavía le recuerda. Sus borracheras, serenatas, improvisaciones, visitas al
cementerio, amantes engañadas, representaban el sentimiento nacional de un
partido político, sometido a la destrucción de su concepto de nación, mediante
la guerra y la sistemática destrucción de su ideología. Como los malditos del
Segundo Imperio, las gentes progresistas, los intelectuales liberales, los
artesanos y vastos sectores sociales vivían un continuo desengaño y amaban más
la muerte que la vida. La muerte, los cadáveres, las pestes, la miseria, y un
futuro hediondo a carroña, eran los recuerdos y el presente de sus vidas.
A mi
madre
Todavía
el dolor ara en su frente;
se humedecen sus ojos todavía;
sus ojos ¡ay! donde también el día
radió como en las cumbres del oriente.
se humedecen sus ojos todavía;
sus ojos ¡ay! donde también el día
radió como en las cumbres del oriente.
Huyen
las tempestades de mi mente
cuando los dedos de su mano fría
se hunden, temblando, en la melena mía
y amorosos la erizan blandamente.
cuando los dedos de su mano fría
se hunden, temblando, en la melena mía
y amorosos la erizan blandamente.
Ella es
el astro de mi noche eterna:
su limpia luz en mi interior se expande
como el lampo de sol en la caverna.
su limpia luz en mi interior se expande
como el lampo de sol en la caverna.
¡Yo la
adoro! La adoro sin medida,
con un amor como ninguno, grande;
¡grande a pesar de que me dio la vida!
con un amor como ninguno, grande;
¡grande a pesar de que me dio la vida!
A mis críticos
Si supierais con qué piedad os miro
y cómo os compadezco en esta hora.
En medio de la paz de mi retiro
mi lira es más fecunda y más sonora.
Si con ello un pesar mayor os causo
y el dedo pongo en vuestra llaga viva,
sabed que nunca me importó el aplauso
ni nunca me ha importado la diatriba.
¿A qué dar tanto pábulo a la pena
que os produce una lírica victoria?
Ya la posteridad, grave y serena,
al separar el oro de la escoria
dirá cuando termine la faena,
quien mereció el olvido y quien la
gloria.
El
bogotano
Correcto
en el vestido; por su semblante
nunca
pasa una sombra de duelo insano:
así
va por las calles el bogotano,
siempre
fino y alegre, siempre elegante.
Entre
amigos y damas luce el chispeante
ingenio,
que derrocha cortés y llano;
y
como es un modelo de cortesano,
amáis…
a la ligera: por ser galante.
Al
hundirse en el lecho tras el quebranto
de
una noche de danzas y de emociones,
se
apodera de su alma cruel desencanto,
y
mira, entristecido, por los rincones
del
oscuro cerebro, vagar, en tanto,
deshonadas
y mustias sus ilusiones.
Mis flores negras
Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
y en el fondo de esta alma que ya no alegras,
entre polvos de ensueños y de ilusiones
yacen entumecidas mis flores negras.
Ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías,
mientras yo suspiraba por las auroras
de tus ojos, auroras que no eran mías.
Ellas son mis dolores, capullos hechos;
los intensos dolores que en mis entrañas
sepultan sus raíces, cual los helechos
en las húmedas grietas de las montañas.
Ellas son tus desdenes y tus reproches
ocultos en esta alma que ya no alegras;
son, por eso, tan negras como las noches
de los gélidos polos, mis flores negras.
La araña
Entre las hojas de laurel, marchitas,
de la corona vieja,
que en lo alto de mi lecho suspendida,
un triunfo no alcanzado me recuerda,
una araña ha formado
su lóbrega vivienda
con hilos tembladores
más blancos que la seda,
donde aguarda a las moscas
haciendo centinela
a las moscas incautas
que allí prisión encuentran,
y que la araña chupa
con ansiedad suprema.
He querido matarla:
Mas... ¡imposible! Al verla
con sus patas peludas
y su cabeza negra,
la compasión invade
mi corazón, y aquella
criatura vil, entonces,
como si comprendiera
mi pensamiento, avanza
sin temor, se me acerca
como queriendo darme
las gracias, y se aleja .
después, a su escondite
desde el cual me contempla.
Bien sabe que la odio
por lo horrible y perversa;
y que me alegraría
si la encontrara muerta;
mas ya de mí no huye,
ni ante mis ojos tiembla;
un leal enemigo
quizás me juzga, y piensa
al ver que la ventaja
es mía, por la fuerza,
¡que no extinguiré nunca
su mísera existencia!
En los días amargos
en que gimo, y las quejas
de mis labios se escapan
en forma de blasfemias,
alzo los tristes ojos.
a mi corona Vieja,
y encuentro allí la araña,
la misma araña fea
con sus patas peludas
Y su cabeza negra,
¡como oyendo las frases
que en mi boca aletean!
En las noches sombrías
cuando todas mis penas
como negros vampiros
sobre mi lecho vuelan,
cuando el insomnio pinta
las moradas ojeras,
y las rojizas manchas
en mi faz macilenta,
me parece que baja
la araña de su celda,
y camina y camina...
y camina sin tregua
por mi semblante mustio
hasta que el alba llega.
¿Es compasiva? ¿Es mala?
¿Indiferente? Vela
mi sueño, y, cuando escribo,
silenciosa me observa.
¿Me compadece acaso?
¿De mi dolor se alegra?
¡Dime quién eres, monstruo!
¿En tu cuerpo se alberga
un espíritu? Dime:
¿Es el alma de aquella
mujer que me persigue,
todavía, aunque muerta?
¿La que mató mi dicha
y me inundó en tristeza?
Dime: ¿Acaso dejaste
la vibradora selva,
donde enredar solías,
tus plateadas hebras,
en las obscuras ramas
de las frondosas ceibas,
por venir a mi alcoba,
en el misterio envuelta,
como una envidia muda,
como una viva mueca?
¡Te hablo y tú nada dices,
te hablo y no me contestas!
¡Aparta, monstruo, huye
otra vez, a tu celda!
Quizás mañana mismo,
cuando en mi lecho muera,
cuando la ardiente sangre
se cuaje entre mis venas
y mis ojos se enturbien,
tú, alimaña siniestra,
bajarás silenciosa
y en mi obscura melena
formarás otro asilo,
formarás otra tela,
sólo por perseguirme
¡hasta en la misma huesa!
¡Qué importa!... nos odiamos,
pero escucha: no temas,
no temas por tu vida,
¡es toda tuya, entera!
¡Jamás romperé el hilo
de tu muda existencia!
Sigue viviendo, sigue,
pero... ¡oculta en tu cueva!
¡No salgas! ¡No me mires!
No escuches más mis quejas,
ni me muestres tus patas,
¡ni tu cabeza negra!...
Sigue viviendo sigue,
inmunda compañera,
entre las hojas de laurel marchitas
de la corona vieja,
que en lo alto de mi lecho suspendida
¡un triunfo, no alcanzado, me recuerda!
La
neutralidad
Los
neutrales… ¿Con qué dignas razones
del
Gran Conflicto explicarán su ausencia,
si
hoy la neutralidad de las naciones
solo
es miedo, egoísmo y conveniencia?
Hoy
la neutralidad es un sarcasmo,
una
injuria velada a la justicia;
es
la complicidad hecha marasmo
en
pro del desenfreno y la codicia.
Cuando
se trata de salvar el mundo
de
una casta feral y de un demente,
cuando
los pueblos destrozados gimen
bajo
el rigor del déspota iracundo
es
la neutralidad el más ingente,
sordo,
cobarde y despiadado crimen.
¡Oh
muerte ¡
Amad
la muerte, amadla… Ella procura
el
supremo descanso, ella nos guía
en
el camino del silencio, es fría
pero
buena;… ella mata la amargura.
¡Ella
es la maga de la sombra… es pura
y
eterna… y todos la llamáis impía.
¿Por
qué? ¿Porque nos besa en la agonía,
y
un tálamo nos da en la sepultura?
La
Muerte es la ceniza de la llama;
es
el “no ser” de lo que vibra: muda
ante
el placer o el infortunio, ama:
el
sueño matador de los dolores;
la
calma, que del daño nos escuda,
y la tierra que es madre de las flores.
¡Oh
poetas¡
Nosotros
los cansados de la vida,
los
pálidos, los tristes,
los
que vamos sin rumbo en el mar hondo
de
la duda, entre escollos y entre sirtes;
nosotros
los ceñudos
náufragos,
soñadores de imposibles;
los
que damos en cláusulas candentes
el
corazón, aunque sangriento, virgen;
nosotros
los cobardes
de
esta contienda mundanal y horrible,
porque
sentimos el dolor ajeno,
porque
gemimos, ¡hay¡ por los gimen;
nosotros
los que vamos
sin
saber nuestro fin ni nuestro origen,
con
los ojos clavados en la eterna
sombra,
en busca de un astro que nos guíe;
ya
que no nos es dable
ver
la virtud preponderante y libre;
pero
sí el llanto y la miseria abajo,
y
en la eminencia el deshonor y el crimen;
ya
que el siglo expirante
rueda
a la noche lóbrega y sin límites
de
la insondable eternidad cual monstruo
mudo
y brutal como la esfinge;
llevando
en su carreta
la
fe del corazón y las terribles
garras
ensangrentadas,
como
las garras con que apresa el buitre;
ya
que el talento es sombra
y
luz el oro, con el cual consiguen
los
perversos las honras, las conciencias
y
hasta el azul donde el Señor sonríe;
ya
que la humanidad,
doliente,
enferma, aunque solloce y vibre
como
el mar en su lecho tenebroso,
del
cielo ni una lágrima recibe;
ya
que la fuerza bruta
no
pone ciega a sus desmanes dique,
y
con fiereza y saña
echa
el dogal y la garganta oprime,
dejemos las endechas
empalagosas, vanas y sutiles:
no más flores, ni pájaros ni estrellas…
es necesario que la estrofa grite.
Nuestra misión es santa:
no malgastemos en estrofas tímidas
la sacra inspiración que en nuestras frentes
arde con lampos de gloriosos fines.
Bajemos al abismo
del humano dolor: allí residen
áspides que se enroscan y gestean,
trasgos que se retuercen y maldicen.
Bajemos a ese infierno
poblado de sollozos donde viven
en espantoso maridaje, el hondo
grito blasfemo y la plegaria triste,
y enjuguemos el llanto
de los eternos infelices
que ante el dolor sacuden los cabellos
como el corcel indómito las crines.
Quejémonos, hagamos
de los versos ariete irresistible
para romper el mal. Y altivos demos
aliento a la virtud, látigo al crimen.
Hagamos —implacables y orgullosos—
si queremos ser grandes y ser libres,
un ramal con las cuerdas de la lira
para azotar con él a los serviles.
Que a nuestra voz desciendan
de lo alto, los míseros reptiles:
todos, todos los déspotas del mundo,
todos, todos los Judas y Caínes.
Y no temamos nada,
aunque nos escarnezcan y castiguen.
Odio al cuervo, al murciélago y al búho;
loor al lirio, a la paloma, al cisne.
Hondo desprecio y pena
para los jueces que la ley infringen;
para el cadalso, horripilante pulpo
que hace de sangre y llanto sus festines.
Oremos ante el ara
de la suprema redención; y el liquen
de la maldad, prendido a las nacientes almas
despedacemos con furor de tigres.
Que nuestros rudos cantos
vengadores, valientes y terribles,
rompan todas las máscaras hipócritas
y castiguen el rostro de los viles.
Así cuando los hielos de la muerte
nuestras bocas y párpados enfríe,
oiremos el aplauso de los buenos
al rodar en la gran noche sublime.
Resurrecciones
Algo
se muere en mí todos los días;
la
hora que se aleja me arrebata,
del
tiempo en la insonora catarata,
salud,
amor, ensueños y alegrías.
Al
evocar las ilusiones mías,
pienso:
"¡yo, no soy yo!" ¿por qué, insensata,
la
misma vida con su soplo mata
mi
antiguo ser, tras lentas agonías?
Soy
un extraño ante mis propios ojos,
un
nuevo soñador, un peregrino
que
ayer pisaba flores y hoy... abrojos.
Y
en todo instante, es tal mi desconcierto,
que,
ante mi muerte próxima, imagino
que
muchas veces en la vida...he muerto.
Todo nos llega tarde
Todo nos llega tarde... ¡hasta la muerte!
Nunca se satisface ni alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte.
Todo puede llegar: pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia: la alabanza
cuando ya está la inspiración inerte.
La justicia nos muestra su balanza
cuando sus siglos en la Historia vierte
el Tiempo mudo que en el orbe avanza;
Y la gloria, esa ninfa de la suerte,
solo en las sepulturas danza.
Todo nos llega tarde... ¡hasta la muerte!
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Bibliografía de Julio Flórez
Obra poética, Bogotá, 1970. Selección de poemas, con un
prólogo de Jorge Rojas, Bogotá,
1973. Poesía escogida, selección y prólogo,
Harold Alvarado Tenorio. Bogotá, 1988.
Bibliografía sobre Julio Flórez
Aurelio Martínez Mutis: Julio Flórez, su vida y su obra,
Bogotá, 1973.
Gloria Serpa Flórez: Todo nos llega tarde... Biografía del poeta
colombiano Julio Flórez. Bogotá, 1995.
Hernán Restrepo Duque: Gran crónica de
Julio Flórez, Bogotá, 1970.
Max Grillo: Julio Flórez, Revista Gris, nº 4,
Septiembre, 1895.
Salomón Ponce: Julio Flórez y sus horas, Revista Gris, nº 4,
Septiembre, 1895.
Varios: El caballero del romanticismo, Tunja, 1967.
Harold
Alvarado Tenorio
Esta nota hace parte
del primer capítulo de Ajuste de
cuentas, una antología critica de la poesia colombiana del siglo XX que
será publicada en España a mediados del año 2013.
---
.
.
* From: HAT
asdfghjkl.123456@arquitrave.com
Date: 2013/1/7
Subject: Julio Flórez, en Cali. 90 años de su muerte.
To: NTC
ntcgra@gmail.com
Estimado NTC... : Te adjunto una nota y foto sobre JF. Va un
saludo
Harold Alvarado Tenorio
57/321 428 4424
57/6/8911979
++++
SOBRE "BODA NEGRA" y su AUTORÍA
SOBRE "BODA NEGRA" y su AUTORÍA
Tomado de:
"Todo nos llega tarde". Julio Flórez. Biografía. Por Gloria Serpa Flórez de Kolbe. Capítulo IV. Sección 4.2 Poeta y compositor, crítica. FRAGMENTO. , http://julio-florez-ntc.blogspot.com/2010_08_20_archive.html
.109
También la canción "Boda Negra" catalogada por Restrepo Duque como de "horripilante adefesio", ha tenido una larga y confusa historia de autoría y su paternidad se la disputan desde México y Cuba hasta Venezuela.
El caso más claro por el cual se puede deducir que no fue compuesta por Julio Flórez, es que él no la firmó nunca como suya, ni la publicó entre sus obras. Solamente viene a aparecer en el libro póstumo publicado por sus herederos, Oro y Ébano, y en alguna de las ediciones piratas de las cuales el poeta seguramente ni tuvo noticia (Ejemplo: Julio Flórez -Sus Mejores Poesías-, sin editorial ni fecha).
Uno de los posibles autores de "Boda Negra", según Restrepo Duque es Carlos Borges, ex-clérigo nacido en Caracas el mismo año que Flórez (1867), bautizado con el nombre de Carlos Emilio de los Desamparados Borges, y extinto en 1932.
"Borges mismo se declara autor de "Boda Negra" en un artículo que escribió al respecto ... ", dice Restrepo Duque, y cita sus palabras:
"Escribí en versos detestables cierta canción fúnebre atribuida a Julio Flórez, que tuvo la suerte de alcanzar una inmensa popularidad en la América española. No hay pueblo de Venezuela ni de Colombia donde no la canten las mujeres románticas y los trovadores de arrabal... Alguien me asegura que esta triste aunque afortunada composición corre inserta, bajo el título de "Boda Negra", en un volumen de versos de Julio Flórez. Por lo que a mí toca no lo afirmo pues no me consta. Sin embargo, fuerza es convenir que si tales versos no son de Julio, merecen serlo. Tienen toda la lugubrería de aquel macabro trovador ... En dos ocasiones, y con dos distintas músicas, sorprendióme el melancólico placer de escucharlas, primero en La Habana, desde una azotea, y luego en México, cantada esta vez por una Loreley del arroyo en la ignominia del arrabal ... El fervor y la simpatía como el público americano acogió tan pésimas estrofas, indudablemente se debe a la paternidad putativa de Julio Flórez. El nombre del poeta querido transformó en brillantes luciérnagas, los oscuros gusanos de mis versos ... ".
.
Páginas 110 a 112: Partitura de "Mis flores negras"
.
113
Existen también las versiones que, sobre la autoría de "Boda Negra", circularon entre los intelectuales de la isla de Cuba: (4.2.6.).
La más popular de éstas dice que en su primera visita a La Habana, Flórez se encontraba en la barbería de la calle O'Reilly No. 303 cuando escuchó contar al peluquero Guillermo Muñiz, Una singular historia de amor, cuyo tema central trataba de que el poeta cubano Caamaño de Cárdenas había robado el esqueleto vestido de boda, de su ya sepultada novia. Y que, sobre este relato, el bardo colombiano compuso una poesía que leyó en voz alta a los presentes entre los que se encontraba el compositor cubano Alberto Villalón, quien tras una larga pausa meditativa, "tarareó" una melodía sobre el poema. A pesar de que Flórez aclaró que no había escrito esos versos para ser musicalizados, aceptó una guitarra que le ofrecieron en la barbería, y acompañó la melodía de Villalón. De este modo "surgió la hermosa canción cuya popularidad se repetía por todos los lugares".
1. El maestro Villalón no sólo compuso la música sino también la letra de "Boda Negra".
3. La letra fue escrita por Caamaño de Cárdenas y la música por el maestro Casas Romero.
4. En algunas revistas de principios de este siglo, aparece el poema como autor anónimo, producto de la masa popular.
5. "Boda Negra" se conoce también como "Boda Macabra", título primitivo como la bautizó el autor, el cambio de nombre lo produjo el público y la melodía varía en Cuba y en Colombia.
El caso real es que el poeta Flórez se llevó a la tumba el misterio de esta canción, quizá una de las más macabras de la época, y bajo cuyas estrofas seguramente temblaron de pavor muchas doncellas ...
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