martes, 26 de febrero de 2013

Julio Flórez en DIATRIBA CONTRA LA POESÍA COLOMBIANA SENTADA EN SUS LAURELES (2001). POR EDUARDO GARCIA AGUILAR

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JULIO FLÓREZ

1867 - 1923 

Memoria y Homenaje 

de NTC ...

en el 


de su coronación y muerte

Enero 14 y Febrero 7 de 1923
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Complementaciones al NTC ... blog sobre Julio Flórez, 


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A propósito de: Julio Flórez, a  90 años de su coronación y muerte (1923).

Aniversario  en el año 2013

 

DIATRIBA CONTRA LA POESIA COLOMBIANA SENTADA EN SUS LAURELES


POR EDUARDO GARCIA AGUILAR
EDUARDO EN FIESTA DE GANESHA EN PARÍS
Domingo,  22 de Julio de 2001. Lecturas Dominicales de "El Tiempo" * . 
 .. De Greiff y Flórez
La colombiana es una poesía pasmada, abortada, rezagada, comiéndose las uñas, modosita, sin grandes ambiciones, bien portada, siempre tímida, temerosa de pasar la raya o lanzarse al abismo. De pronto un autor logra destellos, pero luego se silencia, calla por temor y desaparece en la oscuridad. Es como si el poeta colombiano, cual niño aplicado, supiera que hay un límite imaginario que no puede pasar, y teme lanzarse a la aventura del bosque por temor al lobo, abomina descubrir nuevos yacimientos, parajes, cavernas, remolinos, fangos, arenas movedizas. Todo cambio le incomoda y por eso cierto aire de polilla y heliotropo la caracteriza, por lo menos hasta en los años 60, cuando algunos escritores ligados a la revista Mito comienzan a sacudirse de la modorra burocrática y la autocensura permanente. No debemos tener miedo para reconocer que la poesía colombiana, en bloque, es en definitiva una de las menores en el Continente y ha caminado siempre rezagada del tren delirante de la lírica hispanoamericana (...).
En el inicio de lo que se ha querido llamar poesía moderna colombiana, nos encontramos con los tres padres fundadores: Silva, arquetipo del fracasado suicida que se malogra, Julio Flórez, maldito beodo vestido de negro con un fémur en el bolsillo del saco y una calavera en la mano de la que liba vino de numen mientras declama en camposantos, y Guillermo Valencia, el bien portado, triunfador, político ascendente que decide sacrificar un mundo para pulir un verso y lo alcanza con espléndidas joyas. Qué pasa con estos señores? Qué extraños mitos y leyendas fundan? Cuál es su lugar en el panorama del imaginario colombiano, conformado por las generaciones del siglo? Empecemos con el primero. Con motivo del centenario de su muerte en 1996, Silva fue cooptado por el estado y los burócratas y convertido de manera peligrosa en nuevo ídolo nacional, especie de Martí o Sagrado Corazón patriótico. Después de que séquitos de funcionarios recorrieron el mundo haciendo campaña a su favor, realizando cocteles oficiales de donde, por supuesto, se desterró a los poetas, vale la pena tratar de situar su obra en el panorama del modernismo latinoamericano.
A riesgo de provocar la furia de los nacionalistas que nadan sin nadaísmo con el aburrido pendón en alto, seamos claros: Silva no es de los grandes exponentes del movimiento. El sonsonete de Una noche, una noche toda llena de murmullos... ya había sonado en otras partes del Continente y basta rascar un poco para encontrarlo ya en poetas menores mexicanos o de otras regiones de América Latina, en ese final del siglo XIX. Dos nocturnos correctos, el poema ese de aserrín aserrán, los maderos de San Juan , las curiosas Gotas amargas, no son suficientes para coronarlo (...) Silva se está convirtiendo en un caso evidente de mitificación para gustos provincianos, donde la tragedia del hombre se convierte en deliciosa película de terror. Misterio en la muerte, cadáver yaciente, libro de D Annunzio, deudas, lluvia, y ahí está el tinglado para un opereta o para una ópera rock tipo Evita o Jesucristo Superestrella. Cuando a comienzos del siglo XXI uno desearía reflexión y análisis, volvemos otra vez a alimentar el mito, a echarle combustible en medio de himnos, banderas, delegaciones oficiales en romería mundial de gente encorbatada y tiesa, aplastada por el sacro monolito del que hablaba Valencia.
El entrañable Flórez es un caso en extremo simpático y divertido. Su obra logró permear el imaginario popular hasta en canciones que se interpretan en veladas de bohemia campesina y barriadas urbanas, pero es un romántico en extremo tardío, con sus famosas flores negras . Qué delicia recordar a nuestros padres recitándolo de memoria, con esa gran memoria que por tradición tienen o tenían los colombianos para recordar sus más caros versos. Valencia es, a mi parecer, otro caso y el endiosamiento mítico de Silva oculta su obra, tal vez una de las más importantes sino la más importante de la tradición colombiana, que por el rigor lo hizo algo así como el Valéry avant la lettre y que pocos parecen recordar cuando en 1998 y 1999 se celebraron los centenarios de las publicaciones de Poesías y ritos. A diferencia del suicida y del maldito, Valencia es una imagen poco amada en Colombia, pero su cuerpo literario es notable, desde sus extraordinarios largos poemas de ejemplar factura, con hallazgos en cada esquina, hasta su labor como traductor y solidificador de tradiciones. Anarkos, Leyendo a Silva, Palemón el Estilita, son algunas de las joyas recuperables.
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* DIATRIBA  CONTRA  LA  POESÍA  COLOMBIANA  SENTADA  EN  SUS  LAURELES. Por EDUARDO GARCÍA AGUILAR 
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Del mismo autor: 23 de febrero de 2013

EL INTERREGNO DE LA LITERATURA COLOMBIANA


En la pasada Feria del libro de Buenos Aires 2013, el ministerio de Cultura de Colombia designó a Fernando Vallejo y a William Ospina como a los dos representantes oficiales máximos de la literatura colombiana, y encabezaron la multitudinaria delegación del país en una especie de toma cultural de la capital argentina. ... / Sigue en:   http://egarciaguilar.blogspot.com/

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Pero aunque sean mis dos amigos los agraciados con esta coronación oficial del Estado, que por supuesto se basa en su éxito local, siento que la literatura colombiana está viviendo un incómodo, largo e inquietante interregno, en un mundo donde los parámetros de la gloria y la difusión literarias fueron sacudidos por la llegada de internet, las redes sociales y el fin de la era Gutemberg. ¿Volverá a haber un rey ?

Se añoran los momentos más reposados, lúcidos y profundos de la literatura colombiana en tiempos de las revistas Mito y Eco, de Aurelio Arturo, Jorge Gaitán Durán, Hernando Téllez, Fernando Charry Lara y de toda una generación de grandes críticos o filósofos como Ernesto Volkening, Hernando Valencia Goelkel, Nicolás Gómez Dávila y Danilo Cruz Vélez, entre otros muchos que practicaban menos la apariencia y más la profundidad. Se siente una gran nostalgia por esa época ida en que las glorias literarias estaban menos ungidas por las leyes del marketing y las estrategias de venta de las grandes editoras multinacionales, cosa impensable en tiempos de Reyes, Borges, Carpentier, Rulfo, Onetti, Mujica Láinez, Cortázar y Lezama Lima, a quienes hoy tal vez ninguna editorial comercial publicaría por razones de ventas.
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