.
-
JULIO FLÓREZ
Memoria y Homenaje
de NTC ...
en el
aniversario 90
de su coronación y muerte
----
Complementaciones al NTC ... blog sobre Julio Flórez,
.
JULIO FLÓREZ
en
.
Chapolas negras
de
Fernando Vallejo
Edición de 1995. Paginas 14, 15 y 21
.
Texto de la contraportada
En la
madrugada del 24 de mayo de 1896, a los treinta años, con un revólver Smith
& Wesson, José Asunción Silva se quitó la vida de un tiro en el corazón. Le
dejaba a Colombia diez de los poemas más hermosos de la lengua castellana, y a
sus acreedores $210.000 de deudas. Un siglo después de esa muerte, que continuó
pesando sobre la conciencia de Colombia como si hubiera sido el país el que lo
mató, Fernando Vallejo inicia su pesquisa detectivesca por archivos notariales
y hemerotecas, y basándose en un verdadero maremágnum de documentos y
periódicos viejos, más 20 cartas desconocidas y un Diario de contabilidad que
la familia de Silva le facilitó, va armando el rompecabezas del infortunio y
los descalabros comerciales del poeta. Almas en pena, chapolas negras es un
viaje fantasmagórico y alucinado por la Bogotá de fines de siglo XIX y una
biografía insólita que renueva el género. -- Edición de 2002 y 2008. http://www.alfaguara.com/co/libro/almas-en-pena-chapolas-negras-1/
.
.
.
Página 14
Click derecho sobre las imágenes para ampliarlas en una nueva
ventana.
Escaneó (imagen y texto): NTC ...
.
Página 14
El
cadáver lo metieron en un ataúd en que no cabía y a
la
cabeza, que tras el disparo quedó inclinada hacia adelante y
torcida
impidiendo con su rigidez cerrar la tapa, hubo que cor-
tarle
el músculo del cuello para que dejara, y entrara el muerto
como
debe entrar todo muerto que se respete en su nave eterna:
boca
arriba. ¿Se imaginan a uno en semejante trance y viaje
"per
aeternitatem" boca abajo, al revés?
Salieron
con el muerto de la casa rumbo a la oficina
médico-legal
a que le hicieran la autopsia, de paso para el ce-
menterio.
Llevaban el ataúd, en sus hombros, Julio
Flórez, Fe-
derico
Rivas Frade, José Lizardo Porras y Clímaco Soto Borda,
quien
se lo contó a José Umaña Bernal, quien se lo contó a
Enrique
Santos Molano, quien me lo contó a mí que lo estoy
contando.
A falta de testimonio mejor, de uno escrito y santifi-
cado
por la infalibilidad de la letra impresa, se van a tener que
conformar
entonces con eso. No hay más. Se quejaban los
brahmanes
a Alejandro de que sus palabras, al tener que pasar
por una
larga cadena de traductores para llegar a él, le llegaban
como el
agua enturbiada en muchos canales. ¿Y su queja qué?
pregunto
yo. ¡También! Así será esto aquí, agua turbia, pero
que es
mejor que nada. De cuantos conocieron a Silva los últi-
mos
hace mucho que murieron. Algo se alcanzará a ver a través
de la
turbiedad del agua. Silva estaba quebrado, se le había
muerto
su hermana Elvira a quien adoraba, había fracasado en
Caracas
como diplomático por quererle quitar el puesto al em-
bajador,
sus escritos se le habían perdido en un naufragio, su
madre
era una encimosa, y para colmo de males había entrevis-
to que
la vida, esto, no va para ninguna parte. ¿Cómo no que-
rían
que se matara?
Lloviendo
sobre mojado la Iglesia lo excomulgó.
¡Como
si se pudiera excomulgar, esto es, expulsar, a quien ya
estaba
afuera! Hacía tiempos que Silva no pertenecía al rebaño
eterno,
que no sacaba la lengua como tarado para que le dieran
obleas
insubstanciales de pan ázimo. Claro que con la excomu-
nión no
lo podían enterrar en camposanto, ni podía él tampoco
entrar
en alma al reino de los cielos para el que la Iglesia le
negaba
su exequátur. ¡Y qué! Tierra es tierra, santa o no, y gu-
sanos
son gusanos y son los que se comen el alma. Y como no
sea en
la imaginación de los pobres de espíritu del Evangelio el
reino
de los cielos no existe. ¿Y me podrá explicar alguien a
propósito,
sin desbarrar, qué se quiso decir con eso de que "los
muertos
entierren a sus muertos"? ¿No ven que los muertos no
ven?
¿Ni oyen ni asuntan ni caminan, ni pueden por lo tanto
cargar
féretros? ¡Pendejos! Sólo los vivos podemos enterrar a
los
muertos, aunque sigan ellos mandando y pesando sobre
nosotros.
Nos dejan todo: las casas, los carros, las palabras, los
….
Página 15
mitos,
la mentira, el televisor ... ¡Y hasta las alcantarillas y los
cables
de la luz! A nosotros Silva nos ha dejado unos versos, de ~
los más
hermosos entre los más hermosos que se hayan escrito
en este
idioma. Y su verdad. Que fue ninguna.
Pero
dejémonos de metafísicas y sigamos con el en-
tierro
y los que llevaban el féretro, que les quiero presentar.
Julio Flórez, por
supuesto, el famosísimo, no necesita presen-
tación.
¿O sí? Sí. Está también muerto y olvidado y enterrado
con
todo y sus versos de cementerio. Ni quien se acuerde. Poe-
ta de
camposanto y fosa como Silva, y de calaveras con telara-
ñas en
las cuencas vacías de los ojos, la posteridad no se lo
perdonó,
mientras que a Silva sí. ¿Por qué? Porque Silva, como
Poe, es
maravilloso. Y como Poe capaz de enterrarse vivo en un
poema.
Por ejemplo en esas "Estrellas fijas" de tres estrofas tan
sólo,
pero terroríficas, desoladas, como la nada de Dios. Por
cuanto
a Julio Flórez se refiere, escribió
él solito, mal contados
(y sin
contar los de sus tres hermanos poetas), unos diez exten-
sos
volúmenes de versos absolutamente inéditos. A Silva le
dedicó
en vida el poema "Anocheciendo", y post-mortem
tres
poemas *(Ver al final) ,
cuando el entierro, en el cementerio, y uno más,
exculpatorio,
muy hermoso *(Ver al final) , en que habla de un águila que se
estrella
contra una roca de basalto, escrito cuando corrió en
Bogotá la
voz de que habían querido profanar la tumba de su
amigo.
Alejandro Flórez, uno de los cuatro hermanos, para con-
trolar
un poco esta prolífica raza de poetas que crece y crece
mató a
un cristiano. Julio no, no tuvo mérito alguno demográfi-
co.
Anduvo eso sí por Venezuela, por Centro América, México,
España,
y murió en Usiacurí, a pocos días de
haber sido coro-
nado
como el poeta nacional de Colombia. Y no me pregunten
dónde
queda o quedaba ese pueblo porque no sé. En la Costa
tal vez.
Y
sigamos con las presentaciones mientras llegamos
al
cementerio: Federico Rivas Frade, otro poeta, y cómo no en
ese
país de poetas. Tío de Silva por el lado paterno pero tío a
medias.
Es que Ricardo Silva Frade, el padre de José Asunción,
era hermano
medio o medio hermano o como lo quieran llamar
de
Federico. Escribió un libro que le prologó José Asunción, su
sobrino,
de versos sonsonetudos, asonantados, de rimas fáciles
y
amores fáciles a lo Bécquer, y tuvo con Clímaco Soto Borda
un
periódico titulado, fíjese usted, El
Rayo X, que se ocupó en
cuanto
pudo de la memoria de Silva, y cuyo encabezado, en
primera
plana, rezaba así: "Director Casimiro de la Barra
(Clímaco
Soto Borda)". ¿No se les hace una verdadera locura
ponerse
uno un seudónimo para revelar en seguida, en un pa-
réntesis,
quién es? Era un loco. Clímaco Soto Borda era un loco:
poeta
también, y bohemio y periodista y prosista del disparate
.
Nota de NTC ...: Estas dos páginas y las primeras 18 del libro se pueden leer en: http://www.alfaguara.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/201207/primeras-paginas-almas-pena-chapolas-negras.pdf
Nota de NTC ...: Estas dos páginas y las primeras 18 del libro se pueden leer en: http://www.alfaguara.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/201207/primeras-paginas-almas-pena-chapolas-negras.pdf
.
.
.
Página 21
rio,
eso me gusta a mí. Que el basurero de la ciudad estuviera
ahí es
prueba fehaciente de nuestra magnífica planeación mu-
nicipal.
Al final de cuentas un cementerio no es más que un
basurero
de cadáveres.
Cuando
Enrique Santos Montejo, "Calibán", fue a la
casa de
los Silva y metió el dedo en el agujero tenía diez años.
Cerca
de ochenta y la palpable muerte cuando se lo contó a su
hijo. Y
también le contó que había ido entre la multitud, de
curioso,
al cementerio. Por esto, por un recuerdo de otro re-
cuerdo
sabemos que cuando Julio Flórez recitaba allí sus sonetos
se armó
una gazapera fenomenal: mientras algunos, como Cuer-
vo
Márquez, levantaban la voz para censurarlo, otros no se can-
saban
de aplaudirlo. ¿Y por qué lo habría de censurar Cuervo
Márquez,
me pregunto yo, si de hecho él mismo, cuarenta años
después,
se mató? A mí no me caben dudas de los recuerdos de
Calibán.
Pongo en duda los de su hijo. ¿No estará confundien-
do mi
amigo Enrique a Cuervo Márquez con otro? ¿No sería de
otro
del que le habló su papá? En fin, como sea. El último de
los
tres sonetos *(Ver al final) de Flórez termina así:
Bien hiciste en matarte. Sirve de abono
A la tierra fecunda. Y si no hay clemencia
Para ti nada importa: ¡Yo te perdono!
Julio Flórez tenía
entonces veintinueve años, y ya era
el
poeta consentido de Bogotá. Lo siguió siendo, y de Colom-
bia
entera, mientras vivió.
El
suicidio de Silva sacudió a Bogotá y puso a temblar
a la
Iglesia. ¿Con que Dios existe? Pues si existía fue incapaz
de
impedir que Silva se matara. Se les hizo entonces muy fácil
decir a
las almas buenas que se había pegado el tiro por las
malas
lecturas, pues habían encontrado "El Triunfo de la Muer-
te"
de D' Annunzio en su habitación. O "por el juego de cuatro
mil
pesos de viáticos de cónsul para Guatemala", como les co-
rrió a
escribir Rafael Pombo a los Cuervo, acucioso, a París, a
Rufino
José y Angel Cuervo, sin saber que Angel acababa de
morir
en la luminosa Ciudad Luz de mísera muerte natural, sin
leer
"El Triunfo de la Muerte" de D' Annunzio ni jugar, y en la
gracia
del Señor, en su cama. No. ¡Pendejos! Malas lecturas no
hay,
como no sea la aburrición de la Biblia. Y Silva no jugaba.
Silva
se pegó el tiro por su libre albedrío. Por el fuero soberano
de su
lúcida, libre, irredenta, atea e hijueputa voluntad. Y dejó a
muchos
preguntándose por qué, que por qué se había matado.
Y a
unos cuantos haciendo cuentas de la herencia en deudas
que les
dejó. Pues fue política sabia de Silva acumular deudas
en esta
vida. En la otra el Padre Eterno pagará ...
.
.
-
.
.
* LA MUERTE DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
Lejos de las paredes envejecidas
que
guardan el silencio del camposanto,
lejos
de las plegarias, lejos del llanto
se ven
las sepulturas de los suicidas.
De
aquellos que con almas engrandecidas
en
luchas misteriosas, sin fe ni espanto,
deshojaron,
en horas de hondo quebranto,
como
flores sin néctar sus propias vidas.
De
aquellos que miraron entre aflicciones
caer
desvanecidas, una por una,
como
pétalos muertos, sus ilusiones,
y que
al fin, al los golpes de infausta suerte,
patria,
amores y hermanos y gloria y cuna
olvidaron
por irse tras de la muerte.
Allí no crecen rosas ni siemprevivas,
allí no
se ven lirios ni mariposas.
Hasta
las mismas auras que, silenciosas
van en
busca de esencias, huyen esquivas.
Allí no
van los monjes, van las altivas
almas
que sólo piden sueño a las fosas;
allí
van los poetas de arpas ruidosas
y de frentes heladas y pensativas.
Allí no
van los monjes vanos y oscuros,
allí no
van los miopes del pensamiento
ni
menos los miedosos ni los impuros:
Allí van
los mordidos por los dolores,
los que
muestran los puños al firmamento,
los
Prometeos dignos de sus furores.
Allí estás tú dormido. Cuando caíste
en la
calma suprema, lívido y yerto
se
cuajó entre tus labios fríos de muerto
una
sonrisa amarga, burlona y triste.
Grande
fue la protesta. ¡Que bien hiciste
en
buscar en las sombras seguro puerto,
lejos
de las arenas de este desierto
y el
monótono ritmo de cuanto existe!
¿Cómo
no dejar esta ruda existencia
cuando
el hado nos hiere lleno de encono
y
sentimos el hielo de la impotencia?
Bien
hiciste en matarte: sirve de abono
y a la
tierra fecunda. Si no hay clemencia
para
ti, nada importa: ¡yo te perdono!
Fuente: Pags. 150 y 151 del libro:
"Todo nos llega tarde ...". Julio Flórez. Biografía. Gloria Serpa-Flórez de Kolbe. Ed. Planeta. 1994 .
http://julio-florez-ntc.blogspot.com/2013_01_07_archive.html
-
* POR QUÉ SE MATÓ SILVA
En lo
más abrupto y alto
de un
gran peñón de basalto,
detuvo
un águila el vuelo:
miró
hacia arriba, hacia arriba,
y se
quedó pensativa
al ver
que el azul del cielo
siempre
alejándose iba.
Escrutó
la enorme altura
y, con
intensa amargura,
sintió
cansancio en las alas.
(En la
glacial lejanía
el sol
moría, moría
entre
sus sangrientas galas
bajo la
pompa del día).
Y del
peñón por un tajo,
miró
hacia abajo, hacia abajo,
con
desconsuelo profundo;
el ojo
vivo y redondo
clavó
luego en lo más hondo...
y asco
sintió del mundo
¡vio
tanto cieno en el fondo!
Si huía
el azul del cielo,
si
hervía el fango en el suelo,
¿cómo
aplacar su tristeza?
Ah, fue
tanta su aflicción
que, en
su desesperación
se
destrozó la cabeza
contra
el siniestro peñón.
Fecha: 29 de enero de 2013, 22:03
Asunto: Re: JULIO
FLÓREZ en "Chapolas negras" de Fernando Vallejo. Edición de 1995,
2002 y 2008. Páginas 14, 15 y 21
Para: NTC ntcgra@gmail.com
Cc: Enrique Santos Molano
CONGRATULACIONES POR PERMITIRNOS CONOCER ESTA JOYA
BILIOGRÁFICA, QUERIDOS AMIGOS DE NTC ... .
ÉSTE ES UN INMENSO
ÉXITO QUE SE VIENE A SUMAR A LOS ANTERIORES DE LA FECUNDA HISTORIA DEL BOLETÍN
CULTURAL COLOMBIANO NTC ... .
CALUROSAS FELICITACIONES,
GLORIA SERPA FLÓREZ
.
---
Fecha: 30 de enero de 2013 12:26
---
De: Carlos Villegas Uribe ( 1 )
Asunto: Las Flores de julio.
Para: NTC ... Poesía ntc.poesia@gmail.com, HUGO HERNAN APARICIO REYES , angel castaño, cindy folie, jose nodier solorzano , Jaime Lopera G.
Las Flores de julio.
Cuando pienso en el poeta Julio Florez, no puedo desligar su nombre de mis propios recuerdos y de los dos nombres que lo posicionan en la poesía colombiana. Porque en Julio eran los veranos tropicales de mi pueblo Calarcá y una veintena de parientes de la Abuela Inés (hijos, nietos, primos, sobrinos llegábamos arrumados en los legendarios Jeep Willys después de haber cantado por los entonces polvorientos caminos del QuindíoMis Flores Negras del poeta boyacense, tal vez en la versión de Silva y Villalba (0ye bajo las ruinas de mis pasiones en el fondo de esa alma que ya no elegras …)
Las acacias -Ya no vive nadie en ella y a la orilla del camino silenciosa está la casa, Todo ha muerto, la alegría y el bullicio. Los que fueron la alegría y el calor de aquella casa se marcharon unos muertos y otros vivos que tenían muerta el alma, se marcharon para siempre de la casa y Pueblito Viejo en la versión del dueto Garzón y Collazos -cito de memoria, ahora que ella es cada vez más frágil-. Entonces las hortensias, pomposas flores de azul magenta se abrían a lado y lado de la carretera donde rugían indómitos los seis tigres de fuerza del campero que hundía ladera arriba sus garras neumáticas hasta que dejaba al racimo de gente en el patio solareño de la finca La Marina en la vereda El Danubio, donde los tíos, militantes de los dos partidos (los Villegas, Conservadores y los Uribe, Liberales) leían los periódicos capitalinos y celebraban la poesía de Julio Flórez.
Los muchachos de entonces no lo sabíamos en su momento pero repetíamos un sentimiento de desamparo que el poeta Liberal y bohemio sintetizaba con propiedad en una poesía trágica y fúnebre. Colombia y particularmente el Quindío todavía padecían los coletazos de una violencia partidista que ensangrentaba el territorio con innumerables masacres que ahora parecen regresar de la mano asesina de los paramilitares y sus sanguinarias Águilas Negras, como también lo profetizara el poeta colombiano, Baudilio Montoya:
"donde tantos caerán al comenzar el ocaso, como cayó, sin saberlo, José Dolores Naranjo”.
Es paradójico que fueran precisamente, como lo señala el poeta Harold Alvarado Tenorio, los sectores "progresistas" del Partido Liberal Colombiano quienes ayudaran a desterrar de las antologías colombianas la poesía de Julio Flórez. Aunque no debería extrañarme porque como caricaturista disfruto del dudoso honor de haber sido censurado por ese mismo Partido, sin claridad ideológica, por oponerme a la candidatura del nefasto Alvaro Uribe Vèlez.
C.A. Villegasuribe.T.A.Teaching Assistant
MAF CREATIVE WRITING
University of Texas at El Paso.
El Paso. Texas.
Las Flores de julio.
Cuando pienso en el poeta Julio Florez, no puedo desligar su nombre de mis propios recuerdos y de los dos nombres que lo posicionan en la poesía colombiana. Porque en Julio eran los veranos tropicales de mi pueblo Calarcá y una veintena de parientes de la Abuela Inés (hijos, nietos, primos, sobrinos llegábamos arrumados en los legendarios Jeep Willys después de haber cantado por los entonces polvorientos caminos del QuindíoMis Flores Negras del poeta boyacense, tal vez en la versión de Silva y Villalba (0ye bajo las ruinas de mis pasiones en el fondo de esa alma que ya no elegras …)
Las acacias -Ya no vive nadie en ella y a la orilla del camino silenciosa está la casa, Todo ha muerto, la alegría y el bullicio. Los que fueron la alegría y el calor de aquella casa se marcharon unos muertos y otros vivos que tenían muerta el alma, se marcharon para siempre de la casa y Pueblito Viejo en la versión del dueto Garzón y Collazos -cito de memoria, ahora que ella es cada vez más frágil-. Entonces las hortensias, pomposas flores de azul magenta se abrían a lado y lado de la carretera donde rugían indómitos los seis tigres de fuerza del campero que hundía ladera arriba sus garras neumáticas hasta que dejaba al racimo de gente en el patio solareño de la finca La Marina en la vereda El Danubio, donde los tíos, militantes de los dos partidos (los Villegas, Conservadores y los Uribe, Liberales) leían los periódicos capitalinos y celebraban la poesía de Julio Flórez.
Los muchachos de entonces no lo sabíamos en su momento pero repetíamos un sentimiento de desamparo que el poeta Liberal y bohemio sintetizaba con propiedad en una poesía trágica y fúnebre. Colombia y particularmente el Quindío todavía padecían los coletazos de una violencia partidista que ensangrentaba el territorio con innumerables masacres que ahora parecen regresar de la mano asesina de los paramilitares y sus sanguinarias Águilas Negras, como también lo profetizara el poeta colombiano, Baudilio Montoya:
"donde tantos caerán al comenzar el ocaso, como cayó, sin saberlo, José Dolores Naranjo”.
Es paradójico que fueran precisamente, como lo señala el poeta Harold Alvarado Tenorio, los sectores "progresistas" del Partido Liberal Colombiano quienes ayudaran a desterrar de las antologías colombianas la poesía de Julio Flórez. Aunque no debería extrañarme porque como caricaturista disfruto del dudoso honor de haber sido censurado por ese mismo Partido, sin claridad ideológica, por oponerme a la candidatura del nefasto Alvaro Uribe Vèlez.
C.A. Villegasuribe.T.A.Teaching Assistant
MAF CREATIVE WRITING
University of Texas at El Paso.
El Paso. Texas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario