martes, 29 de enero de 2013

Julio Flórez en "Chapolas negras" de Fernando Vallejo. 1995

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Publica y difunde NTC … Nos Topamos Con 

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JULIO FLÓREZ

1867 - 1923 

Memoria y Homenaje 

de NTC ...

en el 

aniversario 90

de su coronación y muerte

Enero 14 y Febrero 7 de 1923
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Complementaciones al NTC ... blog sobre Julio Flórez, 


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JULIO FLÓREZ  

en 

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Chapolas negras

de 
Fernando Vallejo

Edición de 1995. Paginas 14, 15 y 21

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Texto de la contraportada

En la madrugada del 24 de mayo de 1896, a los treinta años, con un revólver Smith & Wesson, José Asunción Silva se quitó la vida de un tiro en el corazón. Le dejaba a Colombia diez de los poemas más hermosos de la lengua castellana, y a sus acreedores $210.000 de deudas. Un siglo después de esa muerte, que continuó pesando sobre la conciencia de Colombia como si hubiera sido el país el que lo mató, Fernando Vallejo inicia su pesquisa detectivesca por archivos notariales y hemerotecas, y basándose en un verdadero maremágnum de documentos y periódicos viejos, más 20 cartas desconocidas y un Diario de contabilidad que la familia de Silva le facilitó, va armando el rompecabezas del infortunio y los descalabros comerciales del poeta. Almas en pena, chapolas negras es un viaje fantasmagórico y alucinado por la Bogotá de fines de siglo XIX y una biografía insólita que renueva el género. -- Edición de 2002 y 2008. http://www.alfaguara.com/co/libro/almas-en-pena-chapolas-negras-1/
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Imagen de cubierta: Silva con su familia en una finca de la sabana
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Click derecho sobre las imágenes para ampliarlas en una nueva ventana.

Escaneó (imagen y texto): NTC ...

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El cadáver lo metieron en un ataúd en que no cabía y a
la cabeza, que tras el disparo quedó inclinada hacia adelante y
torcida impidiendo con su rigidez cerrar la tapa, hubo que cor-
tarle el músculo del cuello para que dejara, y entrara el muerto
como debe entrar todo muerto que se respete en su nave eterna:
boca arriba. ¿Se imaginan a uno en semejante trance y viaje
"per aeternitatem" boca abajo, al revés?

Salieron con el muerto de la casa rumbo a la oficina
médico-legal a que le hicieran la autopsia, de paso para el ce-
menterio. Llevaban el ataúd, en sus hombros, Julio Flórez, Fe-  
derico Rivas Frade, José Lizardo Porras y Clímaco Soto Borda,
quien se lo contó a José Umaña Bernal, quien se lo contó a
Enrique Santos Molano, quien me lo contó a mí que lo estoy
contando. A falta de testimonio mejor, de uno escrito y santifi-
cado por la infalibilidad de la letra impresa, se van a tener que
conformar entonces con eso. No hay más. Se quejaban los
brahmanes a Alejandro de que sus palabras, al tener que pasar
por una larga cadena de traductores para llegar a él, le llegaban
como el agua enturbiada en muchos canales. ¿Y su queja qué?
pregunto yo. ¡También! Así será esto aquí, agua turbia, pero
que es mejor que nada. De cuantos conocieron a Silva los últi-
mos hace mucho que murieron. Algo se alcanzará a ver a través
de la turbiedad del agua. Silva estaba quebrado, se le había
muerto su hermana Elvira a quien adoraba, había fracasado en
Caracas como diplomático por quererle quitar el puesto al em-
bajador, sus escritos se le habían perdido en un naufragio, su
madre era una encimosa, y para colmo de males había entrevis-
to que la vida, esto, no va para ninguna parte. ¿Cómo no que-
rían que se matara?

Lloviendo sobre mojado la Iglesia lo excomulgó.
¡Como si se pudiera excomulgar, esto es, expulsar, a quien ya
estaba afuera! Hacía tiempos que Silva no pertenecía al rebaño
eterno, que no sacaba la lengua como tarado para que le dieran
obleas insubstanciales de pan ázimo. Claro que con la excomu-
nión no lo podían enterrar en camposanto, ni podía él tampoco
entrar en alma al reino de los cielos para el que la Iglesia le
negaba su exequátur. ¡Y qué! Tierra es tierra, santa o no, y gu-
sanos son gusanos y son los que se comen el alma. Y como no
sea en la imaginación de los pobres de espíritu del Evangelio el
reino de los cielos no existe. ¿Y me podrá explicar alguien a
propósito, sin desbarrar, qué se quiso decir con eso de que "los
muertos entierren a sus muertos"? ¿No ven que los muertos no
ven? ¿Ni oyen ni asuntan ni caminan, ni pueden por lo tanto
cargar féretros? ¡Pendejos! Sólo los vivos podemos enterrar a
los muertos, aunque sigan ellos mandando y pesando sobre
nosotros. Nos dejan todo: las casas, los carros, las palabras, los

….

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mitos, la mentira, el televisor ... ¡Y hasta las alcantarillas y los
cables de la luz! A nosotros Silva nos ha dejado unos versos, de ~
los más hermosos entre los más hermosos que se hayan escrito
en este idioma. Y su verdad. Que fue ninguna.

Pero dejémonos de metafísicas y sigamos con el en-
tierro y los que llevaban el féretro, que les quiero presentar.
Julio Flórez, por supuesto, el famosísimo, no necesita presen-
tación. ¿O sí? Sí. Está también muerto y olvidado y enterrado
con todo y sus versos de cementerio. Ni quien se acuerde. Poe-
ta de camposanto y fosa como Silva, y de calaveras con telara-
ñas en las cuencas vacías de los ojos, la posteridad no se lo
perdonó, mientras que a Silva sí. ¿Por qué? Porque Silva, como
Poe, es maravilloso. Y como Poe capaz de enterrarse vivo en un
poema. Por ejemplo en esas "Estrellas fijas" de tres estrofas tan
sólo, pero terroríficas, desoladas, como la nada de Dios. Por
cuanto a Julio Flórez se refiere, escribió él solito, mal contados
(y sin contar los de sus tres hermanos poetas), unos diez exten-
sos volúmenes de versos absolutamente inéditos. A Silva le
dedicó en vida el poema "Anocheciendo", y post-mortem tres
poemas *(Ver al final) , cuando el entierro, en el cementerio, y uno más,
exculpatorio, muy hermoso *(Ver al final) , en que habla de un águila que se
estrella contra una roca de basalto, escrito cuando corrió en
Bogotá la voz de que habían querido profanar la tumba de su
amigo. Alejandro Flórez, uno de los cuatro hermanos, para con-
trolar un poco esta prolífica raza de poetas que crece y crece
mató a un cristiano. Julio no, no tuvo mérito alguno demográfi-
co. Anduvo eso sí por Venezuela, por Centro América, México,
España, y murió en Usiacurí, a pocos días de haber sido coro-
nado como el poeta nacional de Colombia. Y no me pregunten
dónde queda o quedaba ese pueblo porque no sé. En la Costa
tal vez.

Y sigamos con las presentaciones mientras llegamos
al cementerio: Federico Rivas Frade, otro poeta, y cómo no en
ese país de poetas. Tío de Silva por el lado paterno pero tío a
medias. Es que Ricardo Silva Frade, el padre de José Asunción,
era hermano medio o medio hermano o como lo quieran llamar
de Federico. Escribió un libro que le prologó José Asunción, su
sobrino, de versos sonsonetudos, asonantados, de rimas fáciles
y amores fáciles a lo Bécquer, y tuvo con Clímaco Soto Borda
un periódico titulado, fíjese usted, El Rayo X, que se ocupó en
cuanto pudo de la memoria de Silva, y cuyo encabezado, en
primera plana, rezaba así: "Director Casimiro de la Barra
(Clímaco Soto Borda)". ¿No se les hace una verdadera locura
ponerse uno un seudónimo para revelar en seguida, en un pa-
réntesis, quién es? Era un loco. Clímaco Soto Borda era un loco:
poeta también, y bohemio y periodista y prosista del disparate
 .
Nota de NTC ...: Estas dos páginas y las primeras 18 del libro se pueden leer en: http://www.alfaguara.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/201207/primeras-paginas-almas-pena-chapolas-negras.pdf
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rio, eso me gusta a mí. Que el basurero de la ciudad estuviera
ahí es prueba fehaciente de nuestra magnífica planeación mu-
nicipal. Al final de cuentas un cementerio no es más que un
basurero de cadáveres.   

Cuando Enrique Santos Montejo, "Calibán", fue a la
casa de los Silva y metió el dedo en el agujero tenía diez años.
Cerca de ochenta y la palpable muerte cuando se lo contó a su
hijo. Y también le contó que había ido entre la multitud, de
curioso, al cementerio. Por esto, por un recuerdo de otro re-
cuerdo sabemos que cuando Julio Flórez recitaba allí sus sonetos
se armó una gazapera fenomenal: mientras algunos, como Cuer-
vo Márquez, levantaban la voz para censurarlo, otros no se can-
saban de aplaudirlo. ¿Y por qué lo habría de censurar Cuervo
Márquez, me pregunto yo, si de hecho él mismo, cuarenta años
después, se mató? A mí no me caben dudas de los recuerdos de
Calibán. Pongo en duda los de su hijo. ¿No estará confundien-
do mi amigo Enrique a Cuervo Márquez con otro? ¿No sería de
otro del que le habló su papá? En fin, como sea. El último de
los tres sonetos *(Ver al final) de Flórez termina así:

Bien hiciste en matarte. Sirve de abono
A la tierra fecunda. Y si no hay clemencia
Para ti nada importa: ¡Yo te perdono!

Julio Flórez tenía entonces veintinueve años, y ya era
el poeta consentido de Bogotá. Lo siguió siendo, y de Colom-
bia entera, mientras vivió.

El suicidio de Silva sacudió a Bogotá y puso a temblar
a la Iglesia. ¿Con que Dios existe? Pues si existía fue incapaz
de impedir que Silva se matara. Se les hizo entonces muy fácil
decir a las almas buenas que se había pegado el tiro por las
malas lecturas, pues habían encontrado "El Triunfo de la Muer-
te" de D' Annunzio en su habitación. O "por el juego de cuatro
mil pesos de viáticos de cónsul para Guatemala", como les co-
rrió a escribir Rafael Pombo a los Cuervo, acucioso, a París, a
Rufino José y Angel Cuervo, sin saber que Angel acababa de
morir en la luminosa Ciudad Luz de mísera muerte natural, sin
leer "El Triunfo de la Muerte" de D' Annunzio ni jugar, y en la
gracia del Señor, en su cama. No. ¡Pendejos! Malas lecturas no
hay, como no sea la aburrición de la Biblia. Y Silva no jugaba.
Silva se pegó el tiro por su libre albedrío. Por el fuero soberano
de su lúcida, libre, irredenta, atea e hijueputa voluntad. Y dejó a
muchos preguntándose por qué, que por qué se había matado.
Y a unos cuantos haciendo cuentas de la herencia en deudas
que les dejó. Pues fue política sabia de Silva acumular deudas
en esta vida. En la otra el Padre Eterno pagará ...
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* LA MUERTE DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA

Lejos de las paredes envejecidas
que guardan el silencio del camposanto,
lejos de las plegarias, lejos del llanto
se ven las sepulturas de los suicidas.

De aquellos que con almas engrandecidas
en luchas misteriosas, sin fe ni espanto,
deshojaron, en horas de hondo quebranto,
como flores sin néctar sus propias vidas.

De aquellos que miraron entre aflicciones
caer desvanecidas, una por una,
como pétalos muertos, sus ilusiones,

y que al fin, al los golpes de infausta suerte,
patria, amores y hermanos y gloria y cuna
olvidaron por irse tras de la muerte.


Allí no crecen rosas ni siemprevivas,
allí no se ven lirios ni mariposas.
Hasta las mismas auras que, silenciosas
van en busca de esencias, huyen esquivas.

Allí no van los monjes, van las altivas
almas que sólo piden sueño a las fosas;
allí van los poetas de arpas ruidosas
 y de frentes heladas y pensativas.

Allí no van los monjes vanos y oscuros,
allí no van los miopes del pensamiento
ni menos los miedosos ni los impuros:

Allí van los mordidos por los dolores,
los que muestran los puños al firmamento,
los Prometeos dignos de sus furores.


Allí estás tú dormido. Cuando caíste
en la calma suprema, lívido y yerto
se cuajó entre tus labios fríos de muerto
una sonrisa amarga, burlona y triste.

Grande fue la protesta. ¡Que bien hiciste
en buscar en las sombras seguro puerto,
lejos de las arenas de este desierto
y el monótono ritmo de cuanto existe!

¿Cómo no dejar esta ruda existencia
cuando el hado nos hiere lleno de encono
y sentimos el hielo de la impotencia?

Bien hiciste en matarte: sirve de abono
y a la tierra fecunda. Si no hay clemencia
para ti, nada importa: ¡yo te perdono! 

Fuente: Pags. 150 y 151 del libro:

"Todo nos llega tarde ...". Julio Flórez. Biografía. Gloria Serpa-Flórez de Kolbe. Ed. Planeta. 1994 . 

http://julio-florez-ntc.blogspot.com/2013_01_07_archive.html



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* POR QUÉ SE MATÓ SILVA


En lo más abrupto y alto
de un gran peñón de basalto,
detuvo un águila el vuelo:
miró hacia arriba, hacia arriba,
y se quedó pensativa
al ver que el azul del cielo
siempre alejándose iba.

Escrutó la enorme altura
y, con intensa amargura,
sintió cansancio en las alas.
(En la glacial lejanía
el sol moría, moría
entre sus sangrientas galas
bajo la pompa del día).

Y del peñón por un tajo,
miró hacia abajo, hacia abajo,
con desconsuelo profundo;
el ojo vivo y redondo
clavó luego en lo más hondo...
y asco sintió del mundo
¡vio tanto cieno en el fondo!

Si huía el azul del cielo,
si hervía el fango en el suelo,
¿cómo aplacar su tristeza?
Ah, fue tanta su aflicción
que, en su desesperación
se destrozó la cabeza
contra el siniestro peñón.


Fecha: 29 de enero de 2013,  22:03

Asunto: Re: JULIO FLÓREZ en "Chapolas negras" de Fernando Vallejo. Edición de 1995, 2002 y 2008. Páginas 14, 15 y 21
Para: NTC ntcgra@gmail.com
Cc: Enrique Santos Molano

CONGRATULACIONES POR PERMITIRNOS CONOCER ESTA JOYA BILIOGRÁFICA, QUERIDOS AMIGOS DE NTC ... .

 ÉSTE ES UN INMENSO ÉXITO QUE SE VIENE A SUMAR A LOS ANTERIORES DE LA FECUNDA HISTORIA DEL BOLETÍN CULTURAL COLOMBIANO NTC ... .

CALUROSAS FELICITACIONES,

GLORIA SERPA FLÓREZ
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Fecha: 30 de enero de 2013 12:26
Asunto: Las Flores de julio.

Para: NTC ... Poesía   ntc.poesia@gmail.com, HUGO HERNAN APARICIO REYES , angel castaño, cindy folie,   jose nodier solorzano , Jaime Lopera G.

Las Flores de julio.

Cuando pienso en el poeta Julio Florez, no puedo desligar su nombre de mis propios recuerdos y de los dos nombres que lo posicionan en la poesía colombiana. Porque en Julio eran los veranos tropicales de mi pueblo Calarcá y una veintena de parientes de la Abuela Inés (hijos, nietos, primos, sobrinos llegábamos arrumados en los legendarios Jeep Willys después de haber cantado por los entonces polvorientos caminos del QuindíoMis Flores Negras del poeta boyacense, tal vez en la versión de Silva y Villalba (0ye bajo las  ruinas de mis pasiones en el fondo de esa alma que ya no elegras …)


Las acacias -Ya no vive nadie en ella y a la orilla del camino silenciosa está la casa, Todo ha muerto, la alegría y el bullicio. Los que fueron la alegría y el calor de aquella casa se marcharon   unos muertos y otros vivos que tenían muerta el alma, se marcharon para siempre de la casa y Pueblito Viejo en la versión del dueto Garzón  y Collazos -cito de memoria, ahora que ella es cada vez más frágil-.  Entonces las hortensias, pomposas flores de azul magenta se abrían a lado y lado de la carretera donde rugían indómitos los seis tigres de fuerza del campero que hundía ladera arriba sus garras neumáticas hasta que dejaba al racimo de gente en el patio solareño de la finca La Marina en la vereda El Danubio, donde los tíos, militantes de los dos partidos (los Villegas, Conservadores y los Uribe, Liberales) leían los periódicos capitalinos y celebraban la poesía de Julio Flórez. 

Los muchachos de entonces no lo sabíamos en su momento pero repetíamos un sentimiento de desamparo que el poeta Liberal y bohemio sintetizaba con propiedad en una poesía trágica y fúnebre.  Colombia y particularmente el Quindío todavía padecían los coletazos de una violencia partidista que ensangrentaba el territorio con innumerables masacres que ahora parecen regresar de la mano asesina de los paramilitares y sus sanguinarias Águilas Negras, como también lo profetizara el poeta colombiano, Baudilio Montoya:

"donde tantos caerán al comenzar el ocaso, como cayó, sin saberlo, José Dolores Naranjo”.

Es paradójico que fueran precisamente, como lo señala el poeta Harold Alvarado Tenorio, los sectores "progresistas" del Partido Liberal Colombiano quienes ayudaran a desterrar de las antologías colombianas la poesía de Julio Flórez. Aunque no debería extrañarme porque como caricaturista disfruto del dudoso honor de haber sido censurado por ese mismo Partido, sin claridad ideológica, por oponerme a la candidatura del nefasto Alvaro Uribe Vèlez.


C.A. Villegasuribe.T.A.Teaching Assistant
MAF CREATIVE WRITING
University of Texas at El Paso.
El Paso. Texas. 



Publica y difunde NTC … Nos Topamos Con 
http://ntcblog.blogspot.com ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia

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