Complementaciones al NTC ... blog sobre Julio Flórez,
Julio Flórez
Su regreso a Bogotá (1912)
Rafael Uribe Uribe. Carta
"El héroe y el poeta" por Jorge Eliécer Gaitán
Giras nacionales (1916). Antioquia y Caldas
---
.
DEL LIBRO (Págs. 260 a 271)
"Todo nos llega tarde ...". Julio Flórez. Biografía. Gloria Serpa-Flórez de Kolbe. Ed. Planeta. 1994
http://julio-florez-ntc.blogspot.com/2013_01_07_archive.html
.
260
nacional:
el tiple, de caja resonante en madera olorosa a selva colom-
biana,
y brazo vibrante, fuerte y decidido, como nuestra raza, valiente
y
sufridora. Cielo Flórez, fue su primera muñeca a quien gustaba
llevar
en sus viajes a Barranquilla vestida de gitanilla con lentejuelas
doradas,
a modo de monedas al final de los negros tirabuzones de su
cabellera
infantil. Cielo, la primera de los cinco hijos del poeta Julio
Flórez,
heredó de su padre el espíritu artístico; y de su madre, la vi-
talidad,
la frágil y menuda figura de porcelana clara, la discreción y
la
caridad humana. Ella y sus hermanos llegaron a ser profesionales
que se
han destacado en el campo de la medicina, de las leyes, de la
pedagogía
y cuya trayectoria impecable hubiera enorgullecido a su
padre
quien murió cuando el más pequeño, Hugo, contaba solamente
dos años.
Con el
nacimiento de la niña; comenzó para el poeta romántico una
etapa
definitiva de su vida, la de padre de familia:
"Dejadme, pues, en paz; nada he
pedido,
mas hoy que vivo retirado aquí,
mezo la cuna de mi niña y pido
olvido, sólo olvido,
olvido irrevocable para mí".
("En
el Monte", Oro y Ebano)
Así
pasaba los últimos años de su vida nuestro poeta romántico: salía
a
recoger ganado, salía a cazar conejos, salía a la ciudad a comprar
alambre
de púas para los potreros; abonos para los pastos y el algo-
dón;
remedios para el ganado. "La ciudad costeña le había hurtado
todo
gesto ateniense y se presentaba al turista como un buen señor
que
regateaba el precio del alambre, de la creolina o de la sal, como
cualquier
hacendado de verdad". (6.2.6.) (C/6/8)
Pero
salía también a
encontrarse con su público.
6.4. Reaparición en Bogotá
En
1912, Julio Flórez quiso despedirse de su ciudad querida, Bogotá.
(C/6/4)
Sacó del baúl sus botas finas de cuero negro No. 37, sus lentes
delicados
de aro de oro tipo León XIII, besó a su mujer y a sus hijos,
261 y 262. Su poema "A Bogotá" (Sonetos I y II)
.
263
y montó
en el caballo que lo llevaría al puerto sobre el río Magdalena
a tomar
el vapor de rueda chorreante de aspas de madera que lo con-
duciría
aguas arriba y tras una semana más o menos según el caudal
del
río, lo depositaría de nuevo en tierra firme para subir por ferroca-
rril a
la Sabana de Bogotá.
"Un
día se anunció que el poeta regresaría con el fin de despe-
dirse
de Bogotá en un recital que daría en el Teatro Colón. La
platea
y los palcos estaban literalmente colmados de personajes
ilustres
de la política y las letras, de la sociedad y del comercio.
Las
damas más bellas y elegantes prestaban brillo inusitado al
conjunto.
En la amplia galería ocupaban asiento las dos grandes
fuerzas
en que se basaba la popularidad del autor de Gotas de
Ajenjo:
los estudiantes y las mujeres de vida alegre.
Cuando
el poeta asomó al escenario, un movimiento súbito de
entusiasmo,
algo así como un ráfaga de locura colectiva invadió
al
coliseo. Todos saltaron a ponerse en pie y un solo grito uná-
nime
aclamaba al poeta que inmóvil ya por la impresión del
homenaje,
apenas lograba sonreír vagamente.
Julio
Flórez aún estaba en pleno vigor físico, con la hermosura
varonil
con que lo habían amado tantas mujeres. Su rostro páli-
do y
afable, en el que relucían audaces los mostachos largos
según
la moda de entonces; su cabellera revuelta y orgullosa
coronaba
aquel cuerpo metódico, ni alto ni bajo, que aparecía
allí
enfundado entre una levita pulcra y en el ojal la gardenia
luciendo
su blancura atónita. Su estro conservaba aún su pode-
roso
prestigio.
Difícilmente
se logró hacer la pausa mística de los grandes éx-
tasis y
el poeta comenzó a recitar con aquella voz vibrante y
sonora
que volvió a repercutir, como en los mejores tiempos,
bajo el
dorado cielo del teatro. Ponía en su voz cierto eco caver-
nario y
cierta sonoridad lúgubre. Un medroso silencio siguió al
silencio
del poeta a quien más ha amado la metrópoli de Colom-
bia.
Nadie se atrevió a aplaudir y había quienes lloraban. Sólo
varios
minutos después, cuando Julio Flórez iba a retirarse,
.
264
aquella
grande emoción humana estalló en locura, en tempes-
tad, en
algo grandioso. Mujeres, hombres, gritaban y agitaban
al aire
sus pañuelos. Arriba en el escenario, Julio Flórez lloraba
como un
niño ... ". (6.4.1. : Martínez, Juan C. "Recuerdo de Julio Flórez"
en El Tiempo. Bogotá, 1943 )
en El Tiempo. Bogotá, 1943 )
El 17 o
18 de agosto de 1912 regresaba Julio Flórez de Bogotá a
Usiacurí.
Tomó el ferrocarril y llegó al río Magdalena. Debió ser muy
interesante
para él ver, a orillas de la vía férrea, las construcciones
"ordenadas
en 1907 por decreto del.general Reyes, para fundar una
ciudad
en Juntas de Apulo con el objeto de establecer una estación
agronómica
a estilo de las que funcionan en los Estados Unidos". Por
esa
misma época también el dictador había ordenado "la acuñación
de
monedas de níquel de 1,5 y 10 pesos papel moneda con destino al
uso
exclusivo de los lazaretos~ como medida higiénica". (6.4.2.)
En el
puerto fluvial de Girardot, el poeta sube a uno de los pequeños
vapores
que navegan el Alto Magdalena. Allí unjoven santandereano
"muy
simpático", le presenta a un sacerdote dominicano con quien
se
entabla una amistad de viaje, encuentro sobre el cual el religios
publicará
en diciembre de 1922, cuando Flórez agonizaba, una pági-
na a
manera de entrevista. (6.4.3.) Los viajeros compartieron durante
dos
días el complicado sistema de comunicaciones a base de trasbor-
das de
vapor y tren a que obligaban los Saltos del río.
Los
temas que se tocaron en esta ocasión, y según la versión del Padr
dominicano,
se referían a la niñez del poeta en Chiquinquirá: Lo
recuerdos
que éste guardaba de su confesor, el Padre José María Gómez:
de los
P. P. García, Murillo y del propio Fray Mesanza quien por esos
años
también ejercía en la Villa de los Milagros. Como el reverend
Padre
miraba con ahínco el guarda pelo que colgaba de la cadena del
reloj
del poeta, éste le dijo:
"-Padre:
¡ábralo Usted!
Lo
abrí, y me extrañé agradablemente de ver en él una medallita
de oro
de la Virgen, llamada la medalla milagrosa. Ponderé la
hermosura
de la imagen y el poeta me la ofreció.
-No,
Dn. Julio, le dije, regalar a un fraile medallas y más por un
seglar,
paréceme lo mismo que llevar sala las salinas de Zipa-
265
quirá.
Guárdela Ud. amigo, que quizá algún día se persuadirá
de que
la Santísima Virgen lo quiere mucho; Ud. a ella debe
amarla
pues es de la tierra de la Señorita ... Díjome que cierta
señora
de Centro América le había regalado la medalla en una
gira
que hizo por aquellos países y que le había pedido ella que
la
llevase siempre consigo".
"Se
me ha dicho que en su última enfermedad el gran lírico se
confesó
y por medio del sacramento del matrimonio legitimó su
vida
marital. Ojalá que eso sea cierto, como creo yo, y que la
medallita
de Mana haya hecho este singular favor al poeta hijo
de esta ciudad".
Flórez
pidió al sacerdote el favor de enviarle a Usiacurí su Partida de
Bautismo
ya que éste pronto estaría de vuelta en Chiquinquirá, y él a
la vez
le rogó "el servicio" de que le escribiera "allí mismo en el
tren
unas
líneas o versos". El poeta,
"meditando
un momento, miró al cielo limpio y de un azul her-
mosísimo,
y escribió la siguiente estrofa en una hojita de mi
Breviario:
'La
oración es azul, las
oraciones
suben
en pos del Mártir
de la
Cruz;
es por
eso que el Cielo es
¡siempre
azul!
JULIO
FLOREZ'"
Llegado
el tren al puerto fluvial de Honda, se despidieron los viajeros
y Julio
tomó Una de los cómodos barcos de propulsión por rueda
trasera,
que a partir de la fundación del Consorcio de las Compañías
de
Navegación, garantizaban la llegada a Barranquilla en un mínimo
aproximado
de cinco días y medio.
.
6.5. El
héroe y el poeta
En su
viaje de 1912 a Bogotá, el poeta reanudó el contacto con las
fuerzas
liberales que bajo el mando del general Rafael Uribe Uribe,
++++
-
266
seguían presentando fuerte oposición a los gobiernos conservadores
que
continuaban disfrutando del poder.
Dentro
de las pautas de la política del general Rafael Uribe Uribe
encaminada
a la construcción de un Estado moderno en pro del pueblo
colombiano,
se había preocupado siempre en llamar a colaboración
a los
escritores nacionales. Flórez, que había estado siempre presente
en las
luchas del partido, ofreció su tomo de poemas Flecha Roja, al
caudillo
liberal quien con esta carta (6.5.1.) acusó recibo:
"Bogotá,
abril 16 de 1913
Señor
D.
Julio
Flórez
Barranquilla
Mi
querido amigo:
Me es
grato confirmarle que anteayer se le giró por telégrafo a
cargo
de Pineda López y Cía. de esa plaza, por $125-oro, valor
de los
500 ejemplares de 'Flecha Roja', enviados de Cartagena
por el
señor Mogollón, giro del que se dio aviso a Ud. en tele-
grama a
Usiacurí. Después de porteado este despacho, en que
se le
pedían otros 500 ejemplares, se recibieron estos, venidos
también
de Cartagena. Creo que tendrán tan rápida salida como
los
anteriores; sé que de sus magníficos sonetos hacen lectura
pública
nuestros copartidarios en todos los Distritos del país a
donde
el folleto ha llegado y que esta alta nota lírica de tan
singular
belleza, al resaltar en la aridez de la política, ha contri-
buido
mucho a apretar los vínculos de la organización y de la
disciplina
liberales, para provecho de la causa y del país. Gracias
efusivas
le sean dadas a Ud. por estos resultados prácticos de su
inspiración.
Le
ruego que lea en el próximo número de 'El Liberal' unos
conceptos
del poeta francés Fernando Hauser, el autor de las
'Balkánicas'
sobre la intervención de los poetas en la vida, sa-
liéndose
de la Torre de Marfil del subjetivismo en que ordina-
riamerite
se recluyen; por cierto que ese cargo jamás le alcanzó
267
a Ud.,
que hizo sonar siempre las cuerdas de su lira en favor de
las más
nobles causas políticas y sociales.
Lo
abraza y le desea salud y bienestar su afmo. y agradecido
amigo,
RAFAEL
URIBE URIBE"
Otro
ídolo del pueblo colombiano, el político liberal Jorge Eliécer
Gaitán,
malogrado el nueve de abril de 1948 y tras cuyo asesinato
ocurrió
el tristemente célebre "bogotazo", expuso en un ensayo sus
ideas
en torno a la simbiosis "héroe-poeta", donde denuncia la impo-
sibilidad
de juzgamiento y crítica de toda poesía fuera de la luz de
los
hechos históricos y las condiciones del momento, "olvidando el
mimetismo
de actuación que el medio impone a todas las formas del
arte":
"Entre
el héroe y el poeta hay un vínculo poderoso: las fuerzas
afectivas
que se expresan en la emoción. El héroe no realiza
transformaciones,
como podría afirmarse del estadista que la-
bora
con preeminencia cerebral, y no afectiva. El héroe no crea
proezas,
sino que las realiza. Es decir, necesita de su ambiente
apto a
su vuelo ardoroso, a su ritmo volcánico, a la impetuosa
actividad
que hiende el espacio histórico con claridades cinti-
lantes.
Y ese medio requiere un clima psicológico: aquel de pre-
eminencia
emotiva, pasional. ( ... )
Hoy ha
desaparecido el héroe sin que esto quiera decir que sea
imposible
su reaparición cuando en reemplazo de la técnica vuelva
el
sentimiento, para ser suplantado por el hombre genial, ya que
los
caracteres predominantes de nuestra cultura son de orden
cerebral.
He aquí
el punto de contacto entre el héroe y el poeta. ( ... ) Es la
línea
afectiva aquella que los liga, y no propiamente la labor que
haya
realizado el héroe lo que enamora al poeta. Así podría de-
cirse
que el poeta no es el héroe a quien canta, sino a determi-
nado
meridiano sentimental en que el héroe produjo pasiones.
La
poesía es la síntesis de la psicología de las pasiones sociales
que
otros han hecho extensa sometiéndola al análisis intelec-
tual.
Por eso el cambio de modo y de forma de la poesía. El
.
268
ambiente
ha ido intelectual izando las pasiones. ( ... ) En sociolo-
gía
podrían igualmente, hacerse al respecto interesantes obser-
vaciones.
( ... )
Julio
Flórez cantor de Uribe Uribe, es apenas una comproba-
ción de
lo atrás insinuado. Uribe fue el tipo de héroe que corres-
pondía
a un momento histórico de nuestra vida nacional. Lo fue
en toda
su generosa plenitud. Sólo que él supo agregarle a ésto,
sus
condiciones de estadista, binomio de tan difícil afinidad que
sólo es
concedido a naturalezas privilegiadas. Y Flórez tenía
que ser
su cantor afortunado. Vivió el poeta días en los cuales
la
emoción obraba por modo directo y no cerebral, sobre la psi-
cología.
Aún no se había intelectualizado la emoción. Es por
ello
poco menos que ingenuo, como algunos lo hacen, someter
a la
crítica de las condiciones actuales lo que fue una poesía que
correspondió,
excelsamente, a su tiempo, olvidando el mimetis-
mo de
actuación que el medio impone a todas las formas de arte.
Uribe
Uribe y Flórez, el héroe y el poeta, son símbolos admira-
bles de
una gloriosa época colombiana, de emoción pura y de
fe,
para los cuales, dolorosamente, parece no haber llegado aún
el
reemplazo en la necesidad presente de la emoción actualizada".
(6.5.2.)
6.6. Giras nacionales
En esos diez años que le restaban de vida y en los cuales ya la enfer
medad incurable lo acechaba, Julio Flórez ofreció recitales a lo largo
de los caminos primitivos de su patria. Para él la mejor manera de
comunicar su poesía era la presentación personal, hacía años que no
quería publicar sus versos y siempre prefería declamarlos ante su pú
blico. La poesía de Julio es viva y tal vez él sentía que sus poemas
perdían fuerza al inmovilizarlos sobre el papel, que se menguaba toda
esa energía emocional que solamente él mismo podía transmitirles a
través del contacto directo:
"¿ Cuánto hace -le pregunto- que Ud. dejó de publicar sus versos?
-Buuuu ... ¡Como veinte años!
-¿Por qué razón?
269
- ...
no sé por qué razón, una poesía mía desmerece cuando la
veo
publicada. Es como una hija prostituida.
-¿De
entonces acá, no ha vuelto Usted a dar nada a la publicidad?
-Una
que otra cosa ... de ocasión. Todo lo conservo inédito".
(6.6.1.)
En 1916
el poeta y el compositor y pianista nacional, Emilio Murillo
deciden
hacer una correría literario-musical. Se presentarían en los
Departamentos
de Antioquia y Caldas ofreciendo poemas, canciones
y
melopeas (poesías con fondo musical de piano).
Entre
las noticias sobre esta gira que nos trae Restrepo Duque en su
bien
documentada obra sobre Flórez, (6.6.2.) tenemos la anécdota del
Jefe de
Policía de Medellín, el capitán Gallo, quien a la llegada de
Flórez,
sacó sus brigadas uniformadas a la Estación del Ferrocarril.
Uno de
los redactores del periódico lo felicitó por la idea y él contestó:
"-Es
que así como se ha traído algunas veces a la Policía a
hacerle
honores a un Ministro que llega, la traigo a hacerle ho-
nores a
un poeta que es no sólo Ministro, sino Príncipe de la
poesía".
En el
Teatro Bolívar de Medellín se registraron llenos completos en
la
temporada Flórez-Murillo:
"El
recibimiento hecho por el pueblo de Medellín a Julio Flórez
es una
bella nota romántica". ( .... ) "Esa evocación espontánea y
delirante
de una persona de quien no se esperaban ni carreteras
ni
ferrocarriles, ni nada y de quien no se teme nada tampoco,
porque
no es un mandarín endiosado, da la idea del cariño que
a Julio
Flórez se le profesa, de la admiración que se le guarda,
y,
sobre todo, de que el pueblo sabe vibrar y sentir con los her-
mosos
versos del poeta".
Y fue
precisamente en ese Teatro cuando al final de una de las fun-
ciones,
sucedió el incidente que marca la primera señal alarmante en
el
trayecto de su enfermedad, recordado 20 años más tarde por el
mismo
Emilio Murillo:
.
270
"Flórez era un artista múltiple. Como recitador, es imposible
que a nadie haya dotado mejor la naturaleza para hacer llegar al
público las impresiones que él sentía (porque fue la naturaleza
su única maestra; él no sabía ni las más reglamentarias reglas
de ortografía).
En el teatro de Medellín declamó 'Las Manos de mi Madre' en
un tono tan palpitante de emotividad y dolor -el dolor de su
conducta desafecta y desprendida que había vivido respecto de
la encantadora viejita, o sea remordimiento- que al terminar, su
resistencia no dio más y cayó exánime y en forma espectacular,
como si esta actitud hubiera sido cuidadosamente estudiada para
poner en escena esta muerte ficticia. Pero no; no era sino la
poderosa desintegración que su sensibilidad le había producido
en el organismo. Con uno de los médicos que concurría al es-
pectáculo llevamos a Flórez al auto que lo condujo al hotel.
Nunca se me permitió que hablara de este caso, y él creía que
había estado cerca de la epilepsia, cuando no era sino la ultra-
sensibilidad que ponía en la declamación de esta poesía, la cual
nadie podrá recitar con semejante maestría".
Después de esos éxitos en la capital antioqueña, los ovacionados ar-
tistas fueron conducidos a los alrededores de la ciudad, al pueblo de
Jericó, donde se encuentran las grandes haciendas cafeteras y cultivo
de flores tropicales, especialmente, orquídeas, famosas en esa región
de Colombia. Allí tuvieron el privilegio de estrenar una casa recién
construida y amoblada magníficamente para una pareja que contrae-
ría matrimonio en esos días.
Entre las grandes haciendas fantásticas de los alrededores de Mede-
llín, estaba también la de Don Fidel Cano donde recibieron atencio-
nes en compañía de Don José Restrepo Duque. Allí Julio contó sobre
sus quehaceres cotidianos:
"Flórez era un artista múltiple. Como recitador, es imposible
que a nadie haya dotado mejor la naturaleza para hacer llegar al
público las impresiones que él sentía (porque fue la naturaleza
su única maestra; él no sabía ni las más reglamentarias reglas
de ortografía).
En el teatro de Medellín declamó 'Las Manos de mi Madre' en
un tono tan palpitante de emotividad y dolor -el dolor de su
conducta desafecta y desprendida que había vivido respecto de
la encantadora viejita, o sea remordimiento- que al terminar, su
resistencia no dio más y cayó exánime y en forma espectacular,
como si esta actitud hubiera sido cuidadosamente estudiada para
poner en escena esta muerte ficticia. Pero no; no era sino la
poderosa desintegración que su sensibilidad le había producido
en el organismo. Con uno de los médicos que concurría al es-
pectáculo llevamos a Flórez al auto que lo condujo al hotel.
Nunca se me permitió que hablara de este caso, y él creía que
había estado cerca de la epilepsia, cuando no era sino la ultra-
sensibilidad que ponía en la declamación de esta poesía, la cual
nadie podrá recitar con semejante maestría".
Después de esos éxitos en la capital antioqueña, los ovacionados ar-
tistas fueron conducidos a los alrededores de la ciudad, al pueblo de
Jericó, donde se encuentran las grandes haciendas cafeteras y cultivo
de flores tropicales, especialmente, orquídeas, famosas en esa región
de Colombia. Allí tuvieron el privilegio de estrenar una casa recién
construida y amoblada magníficamente para una pareja que contrae-
ría matrimonio en esos días.
Entre las grandes haciendas fantásticas de los alrededores de Mede-
llín, estaba también la de Don Fidel Cano donde recibieron atencio-
nes en compañía de Don José Restrepo Duque. Allí Julio contó sobre
sus quehaceres cotidianos:
-"Me levanto temprano, me desayuno, me echo la escopeta al
hombro, me voy al monte, y cuando no cazo un conejo, ¡Cazo
soneto!".
.
271
En la estación del ferrocarril del pequeño pueblo de Amagá, ocurrió
la anécdota tan comentada de que el poeta, al ver al niño Fernando
Restrepo, improvisó una estrofa que ha quedado registrada en la con-
ciencia popular, como fue usual en algunos de sus golpes de repen-
tismo: "Dime niño adorado ... ".
Julio Vives Guerra en su columna usual en "El Tiempo",
"Anecdo-
tario", comenta esa correría de arte (situándola en 1915):
"¡En Pe-
reira se volvieron locos y con Antonio Jesús Quintero a la cabeza,
hicieron repetir La Araña como cuatro veces!".
El periódico "El Espectador", en su edición del 27 de
diciembre de
1916, cubre la noticia de la presencia de los dos artistas nacionales en
Pereira:
"FIESTA BLANCA EN PEREIRA
La reina de la poesía antioqueña, Blanca Isaza (C/6/10) en aso-
cio con la Sociedad de Mejoras y Ornato, ofreció en Pereira una
Gran Velada en el Teatro de Cine Olympia. El gran poeta co-
lombiano Julio Flórez y Emilio Murillo al piano, ofrecieron su
gentil contribución".
.
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