domingo, 20 de enero de 2013

Julio Flórez. Su regreso a Bogotá (1912). Rafael Uribe Uribe. El héroe y el poeta por Jorge Eliécer Gaitán. Giras nacionales (1916)

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Julio Flórez

Su regreso a Bogotá (1912)

Rafael Uribe Uribe. Carta

"El héroe y el poeta" por Jorge Eliécer Gaitán 


Giras nacionales (1916). Antioquia y Caldas
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DEL LIBRO (Págs. 260 a 271)

"Todo nos llega tarde ...". Julio Flórez. Biografía. Gloria Serpa-Flórez de Kolbe. Ed. Planeta. 1994

http://julio-florez-ntc.blogspot.com/2013_01_07_archive.html


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nacional: el tiple, de caja resonante en madera olorosa a selva colom-
biana, y brazo vibrante, fuerte y decidido, como nuestra raza, valiente
y sufridora. Cielo Flórez, fue su primera muñeca a quien gustaba
llevar en sus viajes a Barranquilla vestida de gitanilla con lentejuelas
doradas, a modo de monedas al final de los negros tirabuzones de su
cabellera infantil. Cielo, la primera de los cinco hijos del poeta Julio
Flórez, heredó de su padre el espíritu artístico; y de su madre, la vi-
talidad, la frágil y menuda figura de porcelana clara, la discreción y
la caridad humana. Ella y sus hermanos llegaron a ser profesionales
que se han destacado en el campo de la medicina, de las leyes, de la
pedagogía y cuya trayectoria impecable hubiera enorgullecido a su
padre quien murió cuando el más pequeño, Hugo, contaba solamente
dos años.

Con el nacimiento de la niña; comenzó para el poeta romántico una
etapa definitiva de su vida, la de padre de familia:

"Dejadme, pues, en paz; nada he pedido,
mas hoy que vivo retirado aquí,
mezo la cuna de mi niña y pido
olvido, sólo olvido,
olvido irrevocable para mí".

("En el Monte", Oro y Ebano)

Así pasaba los últimos años de su vida nuestro poeta romántico: salía
a recoger ganado, salía a cazar conejos, salía a la ciudad a comprar
alambre de púas para los potreros; abonos para los pastos y el algo-
dón; remedios para el ganado. "La ciudad costeña le había hurtado
todo gesto ateniense y se presentaba al turista como un buen señor
que regateaba el precio del alambre, de la creolina o de la sal, como
cualquier hacendado de verdad". (6.2.6.) (C/6/8)

Pero salía también  a encontrarse con su público.

6.4. Reaparición en Bogotá

En 1912, Julio Flórez quiso despedirse de su ciudad querida, Bogotá.
(C/6/4) Sacó del baúl sus botas finas de cuero negro No. 37, sus lentes
delicados de aro de oro tipo León XIII, besó a su mujer y a sus hijos,
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261 y 262. Su poema "A Bogotá" (Sonetos I y II) 
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y montó en el caballo que lo llevaría al puerto sobre el río Magdalena
a tomar el vapor de rueda chorreante de aspas de madera que lo con-
duciría aguas arriba y tras una semana más o menos según el caudal
del río, lo depositaría de nuevo en tierra firme para subir por ferroca-
rril a la Sabana de Bogotá.

"Un día se anunció que el poeta regresaría con el fin de despe-
dirse de Bogotá en un recital que daría en el Teatro Colón. La
platea y los palcos estaban literalmente colmados de personajes
ilustres de la política y las letras, de la sociedad y del comercio.
Las damas más bellas y elegantes prestaban brillo inusitado al
conjunto. En la amplia galería ocupaban asiento las dos grandes
fuerzas en que se basaba la popularidad del autor de Gotas de
Ajenjo: los estudiantes y las mujeres de vida alegre.

Cuando el poeta asomó al escenario, un movimiento súbito de
entusiasmo, algo así como un ráfaga de locura colectiva invadió
al coliseo. Todos saltaron a ponerse en pie y un solo grito uná-
nime aclamaba al poeta que inmóvil ya por la impresión del
homenaje, apenas lograba sonreír vagamente.

Julio Flórez aún estaba en pleno vigor físico, con la hermosura
varonil con que lo habían amado tantas mujeres. Su rostro páli-
do y afable, en el que relucían audaces los mostachos largos
según la moda de entonces; su cabellera revuelta y orgullosa
coronaba aquel cuerpo metódico, ni alto ni bajo, que aparecía
allí enfundado entre una levita pulcra y en el ojal la gardenia
luciendo su blancura atónita. Su estro conservaba aún su pode-
roso prestigio.

Difícilmente se logró hacer la pausa mística de los grandes éx-
tasis y el poeta comenzó a recitar con aquella voz vibrante y
sonora que volvió a repercutir, como en los mejores tiempos,
bajo el dorado cielo del teatro. Ponía en su voz cierto eco caver-
nario y cierta sonoridad lúgubre. Un medroso silencio siguió al
silencio del poeta a quien más ha amado la metrópoli de Colom-
bia. Nadie se atrevió a aplaudir y había quienes lloraban. Sólo
varios minutos después, cuando Julio Flórez iba a retirarse,

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aquella grande emoción humana estalló en locura, en tempes-
tad, en algo grandioso. Mujeres, hombres, gritaban y agitaban
al aire sus pañuelos. Arriba en el escenario, Julio Flórez lloraba
como un niño ... ". (6.4.1. : Martínez, Juan C. "Recuerdo de Julio Flórez"
en El Tiempo. Bogotá, 1943 )

El 17 o 18 de agosto de 1912 regresaba Julio Flórez de Bogotá a
Usiacurí. Tomó el ferrocarril y llegó al río Magdalena. Debió ser muy
interesante para él ver, a orillas de la vía férrea, las construcciones
"ordenadas en 1907 por decreto del.general Reyes, para fundar una
ciudad en Juntas de Apulo con el objeto de establecer una estación
agronómica a estilo de las que funcionan en los Estados Unidos". Por
esa misma época también el dictador había ordenado "la acuñación
de monedas de níquel de 1,5 y 10 pesos papel moneda con destino al
uso exclusivo de los lazaretos~ como medida higiénica". (6.4.2.)

En el puerto fluvial de Girardot, el poeta sube a uno de los pequeños
vapores que navegan el Alto Magdalena. Allí unjoven santandereano
"muy simpático", le presenta a un sacerdote dominicano con quien
se entabla una amistad de viaje, encuentro sobre el cual el religios
publicará en diciembre de 1922, cuando Flórez agonizaba, una pági-
na a manera de entrevista. (6.4.3.) Los viajeros compartieron durante
dos días el complicado sistema de comunicaciones a base de trasbor-
das de vapor y tren a que obligaban los Saltos del río.

Los temas que se tocaron en esta ocasión, y según la versión del Padr
dominicano, se referían a la niñez del poeta en Chiquinquirá: Lo
recuerdos que éste guardaba de su confesor, el Padre José María Gómez:
de los P. P. García, Murillo y del propio Fray Mesanza quien por esos
años también ejercía en la Villa de los Milagros. Como el reverend
Padre miraba con ahínco el guarda pelo que colgaba de la cadena del
reloj del poeta, éste le dijo:

"-Padre: ¡ábralo Usted!

Lo abrí, y me extrañé agradablemente de ver en él una medallita
de oro de la Virgen, llamada la medalla milagrosa. Ponderé la
hermosura de la imagen y el poeta me la ofreció.

-No, Dn. Julio, le dije, regalar a un fraile medallas y más por un
seglar, paréceme lo mismo que llevar sala las salinas de Zipa-



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quirá. Guárdela Ud. amigo, que quizá algún día se persuadirá
de que la Santísima Virgen lo quiere mucho; Ud. a ella debe
amarla pues es de la tierra de la Señorita ... Díjome que cierta
señora de Centro América le había regalado la medalla en una
gira que hizo por aquellos países y que le había pedido ella que
la llevase siempre consigo".

"Se me ha dicho que en su última enfermedad el gran lírico se
confesó y por medio del sacramento del matrimonio legitimó su
vida marital. Ojalá que eso sea cierto, como creo yo, y que la
medallita de Mana haya hecho este singular favor al poeta hijo
de esta ciudad". 

Flórez pidió al sacerdote el favor de enviarle a Usiacurí su Partida de
Bautismo ya que éste pronto estaría de vuelta en Chiquinquirá, y él a
la vez le rogó "el servicio" de que le escribiera "allí mismo en el tren
unas líneas o versos". El poeta, 

"meditando un momento, miró al cielo limpio y de un azul her-
mosísimo, y escribió la siguiente estrofa en una hojita de mi
Breviario:

'La oración es azul, las
oraciones
suben en pos del Mártir
de la Cruz;
es por eso que el Cielo es
¡siempre azul!

JULIO FLOREZ'"

Llegado el tren al puerto fluvial de Honda, se despidieron los viajeros
y Julio tomó Una de los cómodos barcos de propulsión por rueda
trasera, que a partir de la fundación del Consorcio de las Compañías
de Navegación, garantizaban la llegada a Barranquilla en un mínimo
aproximado de cinco días y medio.

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6.5. El héroe y el poeta

En su viaje de 1912 a Bogotá, el poeta reanudó el contacto con las
fuerzas liberales que bajo el mando del general Rafael Uribe Uribe,

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seguían presentando fuerte oposición a los gobiernos conservadores
que continuaban disfrutando del poder.

Dentro de las pautas de la política del general Rafael Uribe Uribe
encaminada a la construcción de un Estado moderno en pro del pueblo
colombiano, se había preocupado siempre en llamar a colaboración
a los escritores nacionales. Flórez, que había estado siempre presente
en las luchas del partido, ofreció su tomo de poemas Flecha Roja, al
caudillo liberal quien con esta carta (6.5.1.) acusó recibo:

"Bogotá, abril 16 de 1913
Señor D.
Julio Flórez
Barranquilla

Mi querido amigo:

Me es grato confirmarle que anteayer se le giró por telégrafo a
cargo de Pineda López y Cía. de esa plaza, por $125-oro, valor
de los 500 ejemplares de 'Flecha Roja', enviados de Cartagena
por el señor Mogollón, giro del que se dio aviso a Ud. en tele-
grama a Usiacurí. Después de porteado este despacho, en que
se le pedían otros 500 ejemplares, se recibieron estos, venidos
también de Cartagena. Creo que tendrán tan rápida salida como
los anteriores; sé que de sus magníficos sonetos hacen lectura
pública nuestros copartidarios en todos los Distritos del país a
donde el folleto ha llegado y que esta alta nota lírica de tan
singular belleza, al resaltar en la aridez de la política, ha contri-
buido mucho a apretar los vínculos de la organización y de la
disciplina liberales, para provecho de la causa y del país. Gracias
efusivas le sean dadas a Ud. por estos resultados prácticos de su
inspiración.

Le ruego que lea en el próximo número de 'El Liberal' unos
conceptos del poeta francés Fernando Hauser, el autor de las
'Balkánicas' sobre la intervención de los poetas en la vida, sa-
liéndose de la Torre de Marfil del subjetivismo en que ordina-
riamerite se recluyen; por cierto que ese cargo jamás le alcanzó




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a Ud., que hizo sonar siempre las cuerdas de su lira en favor de
las más nobles causas políticas y sociales.

Lo abraza y le desea salud y bienestar su afmo. y agradecido
amigo,

RAFAEL URIBE URIBE"


Otro ídolo del pueblo colombiano, el político liberal Jorge Eliécer
Gaitán, malogrado el nueve de abril de 1948 y tras cuyo asesinato
ocurrió el tristemente célebre "bogotazo", expuso en un ensayo sus
ideas en torno a la simbiosis "héroe-poeta", donde denuncia la impo-
sibilidad de juzgamiento y crítica de toda poesía fuera de la luz de
los hechos históricos y las condiciones del momento, "olvidando el
mimetismo de actuación que el medio impone a todas las formas del
arte":

"Entre el héroe y el poeta hay un vínculo poderoso: las fuerzas
afectivas que se expresan en la emoción. El héroe no realiza
transformaciones, como podría afirmarse del estadista que la-
bora con preeminencia cerebral, y no afectiva. El héroe no crea
proezas, sino que las realiza. Es decir, necesita de su ambiente
apto a su vuelo ardoroso, a su ritmo volcánico, a la impetuosa
actividad que hiende el espacio histórico con claridades cinti-
lantes. Y ese medio requiere un clima psicológico: aquel de pre-
eminencia emotiva, pasional. ( ... )

Hoy ha desaparecido el héroe sin que esto quiera decir que sea
imposible su reaparición cuando en reemplazo de la técnica vuelva
el sentimiento, para ser suplantado por el hombre genial, ya que
los caracteres predominantes de nuestra cultura son de orden
cerebral.

He aquí el punto de contacto entre el héroe y el poeta. ( ... ) Es la
línea afectiva aquella que los liga, y no propiamente la labor que
haya realizado el héroe lo que enamora al poeta. Así podría de-
cirse que el poeta no es el héroe a quien canta, sino a determi-
nado meridiano sentimental en que el héroe produjo pasiones.
La poesía es la síntesis de la psicología de las pasiones sociales
que otros han hecho extensa sometiéndola al análisis intelec-
tual. Por eso el cambio de modo y de forma de la poesía. El

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ambiente ha ido intelectual izando las pasiones. ( ... ) En sociolo-
gía podrían igualmente, hacerse al respecto interesantes obser-
vaciones. ( ... )

Julio Flórez cantor de Uribe Uribe, es apenas una comproba-
ción de lo atrás insinuado. Uribe fue el tipo de héroe que corres-
pondía a un momento histórico de nuestra vida nacional. Lo fue
en toda su generosa plenitud. Sólo que él supo agregarle a ésto,
sus condiciones de estadista, binomio de tan difícil afinidad que
sólo es concedido a naturalezas privilegiadas. Y Flórez tenía
que ser su cantor afortunado. Vivió el poeta días en los cuales
la emoción obraba por modo directo y no cerebral, sobre la psi-
cología. Aún no se había intelectualizado la emoción. Es por
ello poco menos que ingenuo, como algunos lo hacen, someter
a la crítica de las condiciones actuales lo que fue una poesía que
correspondió, excelsamente, a su tiempo, olvidando el mimetis-
mo de actuación que el medio impone a todas las formas de arte.

Uribe Uribe y Flórez, el héroe y el poeta, son símbolos admira-
bles de una gloriosa época colombiana, de emoción pura y de
fe, para los cuales, dolorosamente, parece no haber llegado aún
el reemplazo en la necesidad presente de la emoción actualizada".
(6.5.2.)



6.6. Giras nacionales

En esos diez años que le restaban de vida y en los cuales ya la enfer
medad incurable lo acechaba, Julio Flórez ofreció recitales a lo largo
de los caminos primitivos de su patria. Para él la mejor manera de
comunicar su poesía era la presentación personal, hacía años que no
quería publicar sus versos y siempre prefería declamarlos ante su pú
blico. La poesía de Julio es viva y tal vez él sentía que sus poemas
perdían fuerza al inmovilizarlos sobre el papel, que se menguaba toda
esa energía emocional que solamente él mismo podía transmitirles a
través del contacto directo:

"¿ Cuánto hace -le pregunto- que Ud. dejó de publicar sus versos?

-Buuuu ... ¡Como veinte años!

-¿Por qué razón?

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 - ... no sé por qué razón, una poesía mía desmerece cuando la
veo publicada. Es como una hija prostituida.


-¿De entonces acá, no ha vuelto Usted a dar nada a la publicidad?

-Una que otra cosa ... de ocasión. Todo lo conservo inédito".
(6.6.1.)

En 1916 el poeta y el compositor y pianista nacional, Emilio Murillo
deciden hacer una correría literario-musical. Se presentarían en los
Departamentos de Antioquia y Caldas ofreciendo poemas, canciones
y melopeas (poesías con fondo musical de piano).

Entre las noticias sobre esta gira que nos trae Restrepo Duque en su
bien documentada obra sobre Flórez, (6.6.2.) tenemos la anécdota del
Jefe de Policía de Medellín, el capitán Gallo, quien a la llegada de
Flórez, sacó sus brigadas uniformadas a la Estación del Ferrocarril.

Uno de los redactores del periódico lo felicitó por la idea y él contestó:

"-Es que así como se ha traído algunas veces a la Policía a
hacerle honores a un Ministro que llega, la traigo a hacerle ho-
nores a un poeta que es no sólo Ministro, sino Príncipe de la
poesía".

En el Teatro Bolívar de Medellín se registraron llenos completos en
la temporada Flórez-Murillo:

"El recibimiento hecho por el pueblo de Medellín a Julio Flórez
es una bella nota romántica". ( .... ) "Esa evocación espontánea y
delirante de una persona de quien no se esperaban ni carreteras
ni ferrocarriles, ni nada y de quien no se teme nada tampoco,
porque no es un mandarín endiosado, da la idea del cariño que
a Julio Flórez se le profesa, de la admiración que se le guarda,
y, sobre todo, de que el pueblo sabe vibrar y sentir con los her-
mosos versos del poeta".

Y fue precisamente en ese Teatro cuando al final de una de las fun-
ciones, sucedió el incidente que marca la primera señal alarmante en
el trayecto de su enfermedad, recordado 20 años más tarde por el
mismo Emilio Murillo:

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"Flórez era un artista múltiple. Como recitador, es imposible
que a nadie haya dotado mejor la naturaleza para hacer llegar al
público las impresiones que él sentía (porque fue la naturaleza
su única maestra; él no sabía ni las más reglamentarias reglas
de ortografía).


En el teatro de Medellín declamó 'Las Manos de mi Madre' en
un tono tan palpitante de emotividad y dolor -el dolor de su
conducta desafecta y desprendida que había vivido respecto de
la encantadora viejita, o sea remordimiento- que al terminar, su
resistencia no dio más y cayó exánime y en forma espectacular,
como si esta actitud hubiera sido cuidadosamente estudiada para
poner en escena esta muerte ficticia. Pero no; no era sino la
poderosa desintegración que su sensibilidad le había producido
en el organismo. Con uno de los médicos que concurría al es-
pectáculo llevamos a Flórez al auto que lo condujo al hotel.
Nunca se me permitió que hablara de este caso, y él creía que
había estado cerca de la epilepsia, cuando no era sino la ultra-
sensibilidad que ponía en la declamación de esta poesía, la cual
nadie podrá recitar con semejante maestría".


Después de esos éxitos en la capital antioqueña, los ovacionados ar-
tistas fueron conducidos a los alrededores de la ciudad, al pueblo de
Jericó, donde se encuentran las grandes haciendas cafeteras y cultivo
de flores tropicales, especialmente, orquídeas, famosas en esa región
de Colombia. Allí tuvieron el privilegio de estrenar una casa recién
construida y amoblada magníficamente para una pareja que contrae-
ría matrimonio en esos días.


Entre las grandes haciendas fantásticas de los alrededores de Mede-
llín, estaba también la de Don Fidel Cano donde recibieron atencio-
nes en compañía de Don José Restrepo Duque. Allí Julio contó sobre
sus quehaceres cotidianos:



-"Me levanto temprano, me desayuno, me echo la escopeta al
hombro, me voy al monte, y cuando no cazo un conejo, ¡Cazo
soneto!".
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En la estación del ferrocarril del pequeño pueblo de Amagá, ocurrió
la anécdota tan comentada de que el poeta, al ver al niño Fernando
Restrepo, improvisó una estrofa que ha quedado registrada en la con-
ciencia popular, como fue usual en algunos de sus golpes de repen-
tismo: "Dime niño adorado ... ".

Julio Vives Guerra en su columna usual en "El Tiempo", "Anecdo-
tario", comenta esa correría de arte (situándola en 1915): "¡En Pe-
reira se volvieron locos y con Antonio Jesús Quintero a la cabeza,
hicieron repetir La Araña como cuatro veces!".

El periódico "El Espectador", en su edición del 27 de diciembre de
1916, cubre la noticia de la presencia de los dos artistas nacionales en
Pereira:

"FIESTA BLANCA EN PEREIRA

La reina de la poesía antioqueña, Blanca Isaza (C/6/10) en aso-
cio con la Sociedad de Mejoras y Ornato, ofreció en Pereira una
Gran Velada en el Teatro de Cine Olympia. El gran poeta co-
lombiano Julio Flórez y Emilio Murillo al piano, ofrecieron su
gentil contribución".
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